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El día de ayer se reunieron en la Ciudad de México los jefes del PRI, del PAN y el PRD, César Camacho, Ricardo Anaya y Carlos Navarrete, respectivamente. Dijeron que se habían congregado con tres objetivos: cuidar el perfil de los candidatos, adoptar acciones para salvaguardar las campañas de intereses contrarios a la legalidad, brindar certidumbre a los ciudadanos y favorecer su participación en las elecciones del próximo año.

Como toda complicidad, el evento se cubrió con los ropajes de la bondad y los buenos deseos, pero en el fondo lo que se advierte es que ya son la triple alianza para mantener un México postrado por el engaño y las simulaciones. De alguna manera que el PRI y el PAN actual convengan no una sino mil cosas, es simple expresión de los grandes acuerdos bajo la mesa y “coincidencias” que tienen en particular sobre la injusta perspectiva de la economía mexicana, que se traduce en carencias permanentes para los que menos tienen y que son los más. Con esto no quiero decir que me extraña que el PRD contribuya a integrar el trío, pues ya son tantos y tantos los negocios que los perredistas tienen con Peña Nieto, que podrían convertirse en una corporación más del tricolor, así, sin más.

El sistema de partidos se basa en mantener proyectos diferentes y aún encontrados; son, cuando funcionan, el corazón del régimen político para que los ciudadanos transiten con el apoyo popular hacia el gobierno. De tal manera que hay cosas que inexcusablemente se pueden hacer de modo separado, y si me apuran un poco, es necesario que así acontezcan. ¿De cuándo acá a aquella gallina panista de los tiempos del pasado le es dable reunirse y pactar con el coyote PRI? Si la “izquierda” perredista tuviera una ética que lo sustentara, qué necesidad tendría de reunirse con los defraudadores del PRI en las elecciones del 2012, para poner un ejemplo mayúsculo. Para mí ninguna, y creo que esa es la opinión de muchos mexicanos. En esencia se trata de esos enmohecidos pactos de civilidad que ya no engañan a nadie. En el caso del PRD, ¿por qué mejor no da la cara, deslindándose en términos absolutos y radicales, del gobierno criminal de Aguirre en Guerrero?

Cuando uno escucha y ve estas reuniones de líderes partidarios, no tiene menos que pensar que se alimentan la partidocracia, la corrupción y el engaño a los ciudadanos.

Algunos titulares periodísticos dicen que con estas coaliciones se blinda el proceso electoral del año que entra. Da risa. ¿Quién puede garantizar -y lo digo desde el balcón chihuahuense- que el PRI no actúe como partido de Estado corrupto y corruptor? Nadie, además porque el rostro de esos convenios aquí se llaman Hortensia Aragón y Héctor Barraza, los alcahuetes del priísmo local.

No sé si el trío de los Tres Calaveras hayan desayunado o comido en algún restaurante donde habrían conversado, no lo sé. Pero estoy seguro de que César Camacho la cuenta con bonos de Monex. Por eso, en la realidad ese tamal ya nadie se lo come.