El cacique César Duarte reconviene (consagrado) a sus críticos que lo acusan ante las instituciones de la república: “la justicia es divina y no hay duda de eso” (El Heraldo 3/X/14). Extraña justicia que viene escoltada por jinetes apocalípticos de la destrucción del planeta entero -las certificadoras del tipo de Moody’s- y que responden –compradas y a modo– a los grandes intereses de los Estados Unidos y al despojo de nuestros recursos naturales.
Los ciudadanos de aquí y ahora queremos juzgarlo con la Constitución en la mano, la Constitución que nos hemos dado y él pisotea a diario. La interesada idea que tiene de lo divino no es otra cosa que el desprecio por el Derecho, así, con mayúscula. Sabe que sólo hay una cosa más terrible que la calumnia: la verdad, y por eso evade ministerios públicos y tribunales. Su problema personal es llamarse César y tenerse a sí mismo como emperador de origen divino. Demencia, sin duda. No permitiremos que la larga serie de abusos con que se somete al pueblo dure por más tiempo. Esa es una empresa necesaria e inaplazable.
Que qué le hemos dado a Chihuahua para poder cuestionarlo, se pregunta Duarte. La respuesta es sencilla: la conquista, defensa y ejercicio de los derechos que nos quedan. La defensa activa de la Cultura, también con mayúscula. Cuando se haga el balance justo de esto, la historia dirá, si es el caso: nada; pero también dirá: al menos no robaron ni un centavo al patrimonio del pueblo. La justicia lo alcanzará, de eso estoy seguro, la suya y también la nuestra, la de los hombres y las mujeres de aquí de la tierra.
Odontología-UACH: se extiende la estulticia
Circula en las redes sociales un par de fotografías que revelan la estulticia que también permea en la UACH y se acompañan de un texto en el que se da a conocer que en la Facultad de Odontología se deshicieron de su cancha deportiva para instalar, improvisadamente, un estacionamiento. En las imágenes se puede apreciar el resultado de decisiones qué vaya usted a saber de qué cabecita salen, pero que, en este caso, atentan contra la premisa de una juventud y una sociedad más saludable: canastas arrancadas de básquetbol, retiro de las porterías de fútbol rápido y, lo más grotesco, instalación de un cerco metálico a mitad del campus, lo cual obstaculiza el desplazamiento, tanto para peatones como para los mismos usuarios de automotores. En la red ya se lanzó un cuestionamiento al tiempo que proclama, y al que esta columna se suma: hasta hoy nadie ha detenido el uso individualista y propietario del espacio público.