Una carta de Emiliano
Como ocurre desde hace un tiempo, los jueves he dedicado esta columna a asuntos literarios y culturales. Hoy aprovecho la oportunidad de transmitirles la breve pero emotiva carta que mi nieto Emiliano me escribió hace unos días durante su tránsito por la Sonora desértica, texto que, además de valorar como abuelo, comparto como un gran apasionado de las letras, con la certeza de que los jóvenes vienen pisando firme que y les transcribo íntegramente:
“Querido Bayo:
Actualmente me encuentro en los desiertos de Sonora lo cual, por mero azar, coincide con el título del último capítulo de mi lectura más reciente, Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño.
Esta obra, cuya lectura representa un verdadero proyecto literario, narra, con tintes de ficción, la historia de lo que fue el movimiento infrarrealista en México y las vicisitudes que enfrentó: un movimiento lleno de talento literario en bruto que nunca terminó de estallar, en gran parte por su oposición a la academia y al stablishment intelectual, a través de una poesía visceral, cruda, con carga proletaria y siempre puesta en el ciudadano del día a día.
Una de las grandes cualidades de la novela es su multiplicidad de voces, que se complementan, se contradicen y profundizan en la travesía vital de Roberto Bolaño (Arturo Belano) y Mario Santiago Papasquiaro (Ulises Lima) a lo largo del tiempo.
Asimismo, la obra nos recuerda que la poesía posee una carga histórica y política, tanto en México como en el resto del mundo. Nos recuerda que, durante mucho tiempo, poetas y políticos eran, en este país, prácticamente la misma cosa.
Te invito a adentrarte en esta lectura con un ojo crítico y, considerando los tiempos que corren, a mirarla también como una vía para entender el desarrollo de la cultura literaria en el México de los años setenta, década que tú pudiste vivir en carne propia.
Por mi parte, seguiré explorando los misterios que trae consigo el atardecer anaranjado de Sonora, esperando encontrar, quizá, los escritos de algún poeta oculto entre la arena, o los del último real visceralista”.


