O James Godnless no ha salido de su condado en no sabemos qué parte de los Estados Unidos, o le pagan muy bien, o de plano quiso verle la cara de tontos a todos los chihuahuenses a la hora en que vino a decirnos que el cacique de Chihuahua, César Duarte, “es el mejor Gobernador del mundo”. Probablemente las certificaciones que vende para acreditar centros penitenciarios traen incluido en el paquete el elogio de quien le paga. Se trata de un jilguerillo migratorio que vino a estas tierras en busca del calorcito que mitiga el invierno de su tierra, pero no más. Lo costoso del asunto es que no le descarga nada al desprestigio del actual gobierno y sí quebranta las finanzas públicas que al parecer tienen fondos para pagar loas, pero no para respetar los derechos de los trabajadores de la burocracia.
La visita de mister Godnless sirvió para que Duarte afirmara que los halagos no lo hieren, pero en los hechos la realidad es que le encantan, porque el escenario que le proporcionó el certificador vino acompañado de un hecho que lo desmiente: la aceptación de miembro honorario y presidente vitalicio de ACA en el capítulo regional y nacional, y de otro sumamente lamentable: ahora resulta que la Constitución General de la República, que establece como principio de orientación el cumplimiento de una sentencia privativa de la libertad en materia penal, no es para la rehabilitación sino para que quienes entran a una cárcel (aquí le llaman Cereso) se pudra en prisiones vitalicias o prolongadas. No hay duda: a Duarte le gusta el patíbulo. Mientras elogios van y elogios vienen, en los Ceresos la corrupción prevalece y son fuentes de tributación que engordan las bolsas del grupo compacto que ejerce el poder en Chihuahua.
¡Oh, my goodness, mister Godnless!