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Desmintiendo la austeridad, ya se hacen las adecuaciones del palenque de Santa Rita para convertirlo en “poliforum” desde el cual el cacique rendirá su informe anual. Quien ha llevado la pugnacidad a extremos manifiestos hasta en el PRI mismo, manda un mensaje que no deja lugar a dudas: el palenque mismo como escenario. Ahí tendrá un tablado a modo, con aduladores y lacayos que no osarán esbozar ni el más discreto gesto de disidencia. Empezando por los diputados de las llamadas oposiciones a los que, aún no lo sabemos, ni siquiera se les permitirá el uso de la palabra porque la ceremonia constitucional será reducida a la nada para que en el palenque luzca solo el gallo desplumado que ahora es Duarte.

Será un palenque bizarro. En él no habrá partidos en los términos que narra La muerte de un gallero, pero esta fábula hablará así del cacique. En el redondel, y no sabemos si con la lujosa tribuna giratoria de sus años tiernos, no será necesario que queden marcadas la rayas reglamentarias de los paralelogramas donde sueltan los rivales a los emplumados con sus navajas, pero quizás de manera imaginaria todos advertirán –en particular expertos como don Oviedo Baca García, mi paisano– esas rayas de pruebas a pico, porque habrá bastante jarabe que brote de los labios de un político en caída libre.

Dejando de lado esa tradición del México rural y adentrándonos en la modernidad, no tenemos menos que recordar la famosa frase de McLuhan: “el medio es el mensaje”, y subrayar que al realizar un evento que debiera ser republicano en un palenque, no es otra cosa que incrustar el mensaje de la pugnacidad, establecer un simbolismo particular para que el mensaje se perciba como se quiere: yo soy el gallo, el único gallo, Chihuahua es mi palenque, entiéndanlo. Sólo se le olvidó un detalle muy mexicano, declamado por Germán Dehesa en El Unicornio: es como el gallo de la tía Cleta, pelón pero cantador.