Claro que sí, Graciela Ortiz anda en campaña adelantada por la gubernatura del estado de Chihuahua. Ya hasta fecha le puso: julio de 2015, o sea a un año de la elección de 2016. Quiere ser la sucesora del cacique local. Como senadora, de manera natural forma parte del elenco de donde puede salir la postulación, aunque difícilmente el cargo constitucional. Soy de los que piensa que un gran frente democrático y ciudadano tiene la mesa servida para desterrar al PRI de esta región. Ella, los antecedentes suficientes para que el pueblo vea lo que no debe ser: colaboradora estrecha del gobierno corrupto y feminicida de Patricio Martínez García, repudio en una elección constitucional cuando perdió una diputación federal frente al PAN y un candidato por el que se daba muy poco, “lideresa” del PRI estatal y, particularmente, colaboradora como secretaria general de gobierno del cacicazgo actual de donde se catapultó al Senado para ser una pieza más de la traición a México en cuanto a libertades y enajenación de la soberanía en materia energética. Esa historia pesa y además cuesta, pero a final de cuentas cada quien sus ambiciones.
En los últimos días se ha caracterizado por hacer un faccioso uso de las redes sociales, bloqueándole a todo mundo la posibilidad de opinar. Para ella el Facebook es la herramienta para compartir su “pensamiento”, sin derecho ya no digamos a réplica, sino a comentario alguno.
Es una senadora que cree que quienes entran en Facebook y la ven, en automático se convierten en sus repartidores de volantes.
Su imagen pública está teñida de ostentarse como integrante de la clase política y, por tanto, es usual que aparezca al lado de los poderosos actores del actual régimen, pero no solo. También exhibe fotografías al lado de las esposas de los hombres del poder. En otras palabras y en términos coloquiales, la senadora se placea, ¡y cómo se le nota! Ya tiene su propia página web, pero no ha sido capaz de contratar su propio dominio.
A tal efecto, ya empezó a propalar un emblema: Graciela Ortiz González (GOG). GOG por aquí, GOG por allá. Seguramente a su diseñador gráfico se le olvidó consultar un lugar muy ordinario del Antiguo Testamento de la Biblia (quiero decir, sumamente conocido) donde Gog es el personaje apocalíptico surgido de las tierras de Magog y precisamente para guerrear contra Dios y su pueblo de Israel. Hay una novela famosa, del olvidado Giovanni Papini, Gog, que circuló mucho en los tiempos de juventud de la hoy senadora. Seguramente lo leyó. Creo. Por lo pronto, y más allá de forzados paralelismos que no se dan en el caso, sí creo que las siglas de su nombre con las que se construyó el logo de campaña, aparte de demostrar una cierta egolatría, a no pocos les suena apocalíptica su incursión en la empresa que a todas luces inicia, porque proponerle a los chihuahuenses la continuidad del PRI después del desgobierno actual, claro que suena a apocalipsis. Por lo pronto, ¡caramba, GOG, cómo se le nota!
CODECH: ¿Sus dirigentes viven aquí?
En su página web ni siquiera hay noticias.
El Consejo para el Desarrollo Económico del Estado de Chihuahua –en realidad un club de gente de linaje y sobre todo de dinero– ha emprendido una campaña publicitaria para dar una imagen al estado en el que lo mismo se dice que “está viviendo muy buen momento, con movimiento económico” hasta –opinión de Jorge Cruz Russek– que “nos encontramos en una época muy buena (y) planeamos el Chihuahua del futuro”, y otras lindezas por el estilo. Entiendo que estos señores, porque son puros señores, en primer lugar tienen intereses, pero no estaría de más preguntar si viven en Chihuahua, porque de ser así, o no ven nada, o no quieren ver, o de plano se han caído por la vertiente de la mentira y el engaño. La campaña tiene el tufillo de haber sido dictada por el cacicazgo que se cae a pedazos.
En el PRD ganó el PRI
En el PRD de Chihuahua ganó el PRI. Se refrendó el amasiato Duarte-Hortensia-Barraza-Pavel. Hubo de todo, al igual que, en otro contexto, el porro Fermín Ordoñez Arana reparte hule y láminas de cartón en las colonias precaristas de Chihuahua. Cuánta razón tienen los políticos que nos dicen que delincuencia y política suelen ir de la mano.
Las miserias de un teólogo
Hay un sentimiento que se llama “vergüenza ajena”. Se trata de un estado de arrobo en el que la piedad nos hace sentir los yerros que otros cometen, estén donde estén. En la sección de Cartas de un periódico de esta capital, encontramos un texto de un teólogo católico afamado que acomete tales dislates que nos hacen sentir ese estado de vergüenza no propia. No pelea contra molinos de viento, como el Quijote, sino contra las “sectas protestantes fundamentalistas”, pero al alimón afirma que hay que saber interpretar la Biblia según la iglesia (católica, por supuesto) que la escribió. Ambas cosas van a contrapelo de la realidad: ¿cuándo esa iglesia escribió la Biblia? Y, ¿cuándo necesitamos la administración del propio cerebro para ser lectores de un texto decretado como sagrado?, ¿quiénes son los intermediarios para decirnos que está bien y qué está mal? ¿Es que todavía estamos en la etapa anterior a Gutenberg y la invención de la imprenta, para no hablar de la Reforma y la Ilustración?
Además, y por muy beato que sea, ¿de cuándo acá Fulton J. Sheen –arzobispo al servicio de la Guerra Fría en los Estados Unidos, junto con el cardenal Francis Spellman– es criterio de autoridad en esta materia?
Ni modo: vergüenza ajena, aunque no me toque.