Una viaje y una náusea electoral
Durante el lunes y martes de la semana que concluye, realicé una visita a Ciudad Juárez. Combiné una cita médica con una sencilla actividad política. Para mi fortuna, la primera redundó en un bienestar personal; en cambio la segunda me provocó un malestar, vecino de la náusea. Y a esto dedico este texto.
Desde el momento de emprender el viaje por carretera, saliendo de Chihuahua, empecé a notar la publicidad de diversos actores políticos que a estas alturas ya buscan la candidatura al gobierno estatal. Nada comparable con la saturación que se vive en la mancha urbana de nuestra más importante ciudad fronteriza.
Se trata de anuncios espectaculares, algunos mostrados con alta tecnología digital, con las caras del alcalde juarense Cruz Pérez Cuéllar; el de Chihuahua, Marco Bonilla; el de Delicias, Jesús Valenciano, sin faltar el novel rostro de la senadora Andrea Chávez, y probablemente también de otros.
Todo un alud propagandístico que denota el gran amor que estos personajes tienen por el poder, aunque no digan nada, ni para qué lo quieren y mucho menos expongan nuestra realidad y sus “ofertas”, para emplear un término neoliberal, que en principio les es tan agradable a estos buscadores de puestos públicos de alto nivel, que no viven en el error sino en el presupuesto al que son tan adictos.
La sociedad, los ciudadanos, todos somos testigos de que este perverso fenómeno está ocurriendo y al que nadie le pone pero ni freno, como si fuera un fatal destino, inevitable porque no hay autocontención en estos políticos, ni límites éticos, ni pudor, ni el contrapeso obligado que debieran ejercer los órganos electorales en los que está depositada la responsabilidad de que la ley se deba cumplir, que se supone que para eso se promulgó.
Lo que tenemos en presencia es una aberración, no nada más por el descaro y desparpajo con el que se conducen estos ambiciosos y canallas políticos, sino porque forman parte de quienes desde diversos ángulos dicen tener compromiso con el sistema democrático, que en su mayoría han protestado cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes, aunque en realidad les represente letra muerta.
Todos ellos recurren al fraude a la ley para publicitarse. Algunos filósofos antiguos decían, “si no es bueno, no lo hagas”, como llamando a la propia responsabilidad y a la autocontención, para que la conducta propia fuera simétrica con los deberes cívicos.
Quien defrauda ahora va a defraudar después. Y eso es el anuncio, bien miradas las cosas, que se esconde tras esta publicidad y sus espectaculares. Es como si los mismos dijeran: la ley me importa poco, puedo transgredirla, en una dualidad igualmente malvada. En primer lugar porque está prohibido por las leyes lo que están realizando; en segundo porque quieren aparentar un soporte en la ley, amparándose en que no son ellos quienes incurren en la detestable actividad, sino alguna revista, periódico, que con libertad expresan sus filias políticas. Entonces, apoyados en una torcida libertad de expresión, muestran sus rostros y ambiciones.
A estos políticos les importa un comino la ley; el Estado de derecho, cuando sale de sus labios, es una retórica vil, y hacen política de manera atroz que envidiarían los priistas de antaño.
Esto no se dice nada más porque sí, porque se inspire en un afán opositor en sí mismo o por sistema. Tiene sustento, casi gramatical, en la propia Ley Electoral del Estado de Chihuahua. Con acciones tan miserables como las que narro, cabe preguntarse dónde quedan los “sacrosantos” principios de certeza, imparcialidad, independencia, legalidad, objetividad, que se dicen rectores de los derechos político-electorales. ¿Acaso la certeza es que los que están en el poder son los únicos que pueden aspirar a él?, ¿qué aliento tienen los ciudadanos, en particular los sin partido y los independientes, si ya desde ahora no emprenden la carrera de la competencia al mismo tiempo y en igualdad de circunstancias?
¿Pasan por alto estos políticos que la definición legal de la ley de actos anticipados de campaña son los que realizan? Todo indica que sí, y de manera absoluta. Hay una negación que daña a los ciudadanos, a la construcción de ciudadanía, al propio propósito de alentar una vida en democracia.
Todo el tinglado para que esto suceda, además, es producto de un par de ominosas circunstancias:
En primer lugar, porque hay una jurisprudencia de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación –tribunal hoy bajo sospecha– de que primero está la libertad de expresión y luego todo lo demás. Y al amparo de este pronunciamiento, cualquiera puede hacer y deshacer, como los personajes aquí reseñados, sin explicar a fondo lo que quieren ni de dónde sacan el dinero para sus aviesas promociones.
En segundo lugar, porque en el país se ha claudicado, por los órganos jurisdiccionales en materia electoral, del ejercicio para interpretar las leyes a fondo, buscando su espíritu, los valores que alientan, para poner las cosas en su lugar. Por eso los magistrados electorales no entran a las tómbolas, más vale tenerlos a buen recaudo.
Al regreso de mi viaje encontré en el barandal de mi casa un pasquín que promociona al alcalde de Ciudad Juárez, Cruz Pérez Cuéllar, como una “muestra de carácter y resultados”. Fue la náusea de la que hablo.