yo-vendi-2sep2014

En las tiendas de abarrotes de mi infancia, caricaturizaban así a los que no sabían administrar créditos.
¡K-temen!, como dice Pillo.

 

¡Qué temeridad! Se necesita una personalidad vertebrada, a partir del cinismo y la capacidad de mentir, para presentarse ante la sociedad chihuahuense y “explicar” la deuda del estado. Duarte Jáquez y su socio, Jaime Herrera, aquilatan sobradamente esas cualidades: temeridad, cinismo y mentira. Es un estilo de mandar –que no de gobernar– que ha causado el hartazgo generalizado, y ellos lo saben, aunque aparentan porfiadamente que están generando información válida. Pero la realidad, terca como es, y más tratándose de deudas, termina por imponer las notas esenciales para comprender dónde estamos, o mejor dicho, a dónde nos ha llevado el desbarajuste y la falta de oficio de la administración actual.

Puntualicemos algunos hechos: las cifras que dieron a conocer ayer se manejan con superlativa ambigüedad: que si son 18 mil 873 millones, que si aumenta a 23 mil, que si llega a 41 mil, y en esa danza de números y forzadas clasificaciones de la deuda, el común de los ciudadanos no alcanza a tener una comprensión sencilla y cabal de las cosas, y ese es precisamente el propósito: aparentar que se informa para desinformar.

Veamos el rubro de las clasificaciones: que si la deuda es directa (toda deuda lo es, y en este caso, por ejemplo, sólo serían indirectas las de organismos descentralizados, por ejemplo, que pintarían muy poco la partida del Debe; que si se trata de cupones cero sin riesgo –verdadero jeroglífico que necesitaría que en cada ciudadano hubiera un diestro lector al estilo de Champolión ante la piedra Roseta; que sin son certificados bursátiles garantizados con el ingreso proveniente del Impuesto Sobre Nómina, el principal que tiene Chihuahua como propio; que si la deuda es contingente… Pero nunca, trascendiendo a esta clasificación, se atreven a establecer lo que es el denominador común de todo eso y que en castellano se llama deuda, y que además reporta un verbo que se llama deber.

Supongamos que son ciertas las declaraciones del agrónomo Jaime Herrera, a pesar de no hablar con precisión de un concepto que sería la deuda histórica: la que se ha acumulado a lo largo de los últimos sexenios y explicar cómo fue creciendo acumulativamente para contrastar la que se contrajo en los últimos 18 años, que ocuparon los gobiernos de Francisco Barrio, Patricio Martínez y José Reyes Baeza, contra la que en menos de cuatro años ha acrecentado el cacique mayor. En esto de suponer, y lo hago así porque son las cifras que da el cebollero, los pasivos heredados al finalizar la administración de Reyes Baeza, eran de 12 mil millones y fracción, más la deuda de 3 mil millones no registrada (siempre en la versión oficial), más otros 3 mil millones por el costo financiero total de estos pasivos, se alcanzarían los 18 mil millones, que constituyen lo que ya se llama coloquialmente “el boquetazo”.

Pero Jaime Herrera sigue encaprichado en no tomar en cuenta las emisiones bursátiles garantizadas con los flujos carreteros, que ascienden a 15 mil millones de pesos y que datan de 2013, precisamente ya durante el duartismo. Dichas emisiones son deuda, digan lo que digan son obligaciones y se deben de pagar, porque son deuda del estado de Chihuahua contraída en este sexenio. Tan sencillo como que el mismo nombre, “Instrumentos de Deuda”, es como se le conoce a esas emisiones bursátiles.

Hasta ahora, los 18 mil millones –insisto, en la versión oficial–, más los 15 mil millones nos da un total de 33 mil millones, y a esto hay que sumarle cantidades de otros documentos que se encuentran en la página de internet de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, que muestran los créditos otorgados por diferentes instituciones crediticias al gobierno del estado, y que de 2010 a 2013 dan un total redondeado, para fines de comprensión, de 25 mil millones de pesos. Ahora, sumados los 18 mil, más los 15, más los 25 mil, dan un total global estimado de 58 mil millones, aproximadamente.

Una digresión: para detectar una falacia o mentira de Jaime Herrera, podríamos experimentar con una conclusión de trabajo: si le hiciéramos el favor de creerle, y le restamos los 15 mil de los que él habla a los 42 mil que reconoce en la misma presentación Jesús Olivas, director de Egresos de la Secretaría de Hacienda estatal, la cantidad resultante sería de 27 mil y no de 23 mil que él decreta para que le creamos, como si no supiéramos hacer una sumatoria tan elemental. Mentiroso el agrónomo.

Hasta aquí los números. Veamos ahora los matices políticos: hay una evidente parcialidad de la Auditoría Superior del Estado: ¿Qué hace su titular, el parralense Jesús Esparza, en la presentación encabezada por el secretario de Hacienda y varios funcionarios de esta oficina, cuando él representa una institución que nominalmente es autónoma y que en todo caso debe jugar desde su propia cancha, y en el último de los casos, en el propio territorio del Poder Legislativo? Un asunto que debiera ser técnico, se mancha con política teñida y sellada con fuego amigo.

Apenas concluida la presentación de Jaime Herrera Corral, César Duarte declaró, en un evento aparte, que “no buscamos ni buscaremos el conflicto político, porque si el conflicto político resolviera la deuda, sería el primero al frente; pero podemos permanecer tranquilos, yo no endeudé a Chihuahua y sí tenemos resultados”. Esto, en clara referencia al sesgo informativo que predominó en los medios que Duarte paga suculentamente para divulgar su versión oficial: Reyes Baeza sí endeudó a Chihuahua. Lo cual, de hecho, lo convierte en un conflicto político de intereses entre miembros de dos bandos pero de un mismo partido, el PRI. En el fondo, este conflicto es por la hegemonía política al interior del propio partido en el poder y que se va a ir definiendo con las nueve candidaturas a diputados federales que se constituyen en antesala de dos hechos importantes: el primero, la vertiginosa caída de Duarte con la despiadada y cruel pérdida de poder en la que ya se oyen los acordes de ¡el rey ha muerto, viva el rey!; el segundo, quién será el ungido para sustituirlo, ahora que se ha reinstalado el poder presidencial y la sucesión se decida no en los pinos de Majalca, sino en Los Pinos de Chapultepec.

La sociedad chihuahuense, y dentro de ella los contribuyentes, deben exigir una respuesta del por qué la tardanza para informar a detalle y con oportunidad, no con los cuatro años que han transcurrido en medio de una opacidad superlativa; pero no solo, Duarte en su acusación del “boquetazo” no puede desvirtuar de ninguna manera que estuvo enterado de ese boquete non grato antes del 1 de octubre de 2010, cuando anunció que el poder era para poder y no para no poder. Pero no sólo no informó a la sociedad, sino que dejó en el cargo al último director de Finanazas del gobierno de Reyes Baeza. ¿Por qué? La respuesta es obvia y es algo con lo que ellos, los prohombres de este cacicazgo, le quieren tomar el pelo a todos los chihuahuenses, porque provienen, todos sin excepción, del PRI, y eso nadie lo debe olvidar en los futuros procesos electorales. Duarte y Herrera tienen gran temple… para mentir.