Hace unos días visité la llamada “Ciudad Judicial”, por nombre jamás paró César Duarte, y en diversos sitios vi que se anunciaba una invitación a una conferencia con temática bastante sofisticada en apariencia, que dictaría Víctor Emilio Anchondo Paredes, es parte de la vida ordinaria en esta somnolienta ciudad.
Me llamó la atención que a la palabra conferencia se le agregue el adjetivo de “magistral”, lo que me parece de un pronuncianismo ramplón exorbitante.
La sociedad de conferencias que se asoció al histórico Ateneo de la Juventud y en el que participaron Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán y José Vasconcelos, entre los que recuerdo a vuela pluma, eran más modestos y sencillos, jamás tildaron sus sabias palabras con adjetivos tan rimbombantes propias de payasos intelectuales de ocasión.
Son de esas conferencias en las que se disertan con aserrín premasticado por mil bocas, como alguna vez lo dijo Franz Kafka que mucho sabía y criticó esta tortuosidad.
¡Válgame Ulpiano!