El influyente embajador Ken Salazar estuvo en Chihuahua en una entrevista con la gobernadora María Eugenia Campos Galván, que tiene tras de sí una preparación política y académica pro norteamericana que es importante tener en cuenta como factor. Recuérdese sus visitas al gobernador texano, republicano y racista, Greg Abbot.
A la visita se le adosó toda la parafernalia que le dan los jefes de Estado a estos artificiosas ceremonias. No fue la gobernadora la que lo recibió sino sus secretarios Santiago de la Peña Grajeda y Gilberto Loya, ella esperaba en su sitial, la oficina palaciega. Había que aparentar y para esta clase política eso vale mucho, piensan que ser es ser percibido.
Se vende lo anecdótico: Ken Salazar entonando Cielito lindo, la peculiar canción vernácula y en ese contexto advertir que la reforma judicial obradorista no ha pasado la aduana norteamericana, especialmente la que tiene que ver con las grandes inversiones. Aquí el folklore juega su parte y no dudo que a la gobernadora de Chihuahua la tengan en calidad de “mexican curios”, al menos por aquella promesa de romperle el hocico a MORENA en territorio chihuahuense.
Más allá de esto que es lo aparente, la presencia de Salazar en Chihuahua lanza un mensaje: la política norteamericana puede andar en búsqueda de personajes mexicanos que puedan jugar un rol como contrapeso al gobierno seguidista de Claudia Sheinbaum. En otras palabras, avanzar de la periferia al centro en la defensa de los intereses norteamericanos en México, grandes de suyo.
Sería extremista hablar de que se estaría propiciando una balcanización, fragmentación del país, más cuando en el caso de Ken Salazar su futuro es incierto aquí en México por el futuro resultado de las elecciones de noviembre en los Estado Unidos, más si triunfa el nefasto Donald Trump.
El país requiere una política muy clara de fronteras, en el sur pero sobre todo en el norte donde cinco entidades federativas colindan con el coloso económico e imperial. Al respecto hay un matiz particularmente significativo por la colindancia chihuahuense con el estado de Texas, que en sí mismo se asume como una potencia de gran magnitud, con una pretensión de autonomía y separatismo que tarde que temprano se puede desbordar y eso jugaría en favor de un conflicto en el que Chihuahua quedaría envuelto. A este tema le he dedicado algunos trabajos bajo la denominación de nuestra “cuestión septentrional”, que algunos politólogos norteamericanos llaman la conexión México-tejana.
Problemas de este profundo calado están en esta reunión que se camufla de cortesía, pero no perdamos de vista que en el ajedrez norteamericano gobernantes como María Eugenia Campos están catalogados como potenciales polkos, término que durante la guerra México-Norteamericana de 1847-1848 se empleó para denominar a los traidores.
Ken Salazar, con este viaje a la capital chihuahuense, blande un sable contra el obradorismo y ese sable es la búsqueda en tierra fértil de aliados para sus siempre ventajosos fines y la gobernadora está que ni mandada hacer para la tarea.
Cabe decir por último que hasta se habló de acuerdos, cuando bien se sabe que los titulares de los gobiernos estatales están impedidos constitucionalmente para pactarlos.
Para eso son los Ken Salazar, porque muchos de esos hemos tenido desde los tiempos de Poinsett que fue el primer embajador de EE.UU en nuestra naciente república. A ese Poinsett que se le catalogó de látigo en Latinoamérica se le honró denominando a las Nochebuenas mexicanas con su nombre. Hasta eso se roban y no dudan en cantarle al oído a quien corresponda para envanecerla y abonarla a la traición.
Cercano a López Obrador, así se le presumió, me recordó ya no sé por qué la canción El grillito cantor de Gabilondo Soler para decir “Ken es el que anda ahí es Cri cri, es cri cri el grillo cantor”.
Y el cielo de Chihuahua fue testigo.