“Nuestra herencia no proviene de ningún testamento”
-René Char
En la ruta de llegar a los sesenta años, el suceso Madera 1965 continua como un acontecimiento axial que mueve a la reflexión y ese ejercicio de la memoria alimenta debates y, no tanto, auténticos cortes de caja para hacer el balance de su indiscutible significación. No olvidemos que la guerrilla prendió un fuego en un momento de plenitud de la dominación priista y sus ramales corporativas que tanto pesaron para impedir la liberación de fuerzas estudiantiles, campesinas y obreras que por todo el país se hacían presentes. Arturo Gámiz hizo el recuento para justificar la apelación a las armas como el “único camino a seguir”.
Pensamiento y acción se dieron la mano, en la mejor tradición de las luchas por genuinas utopías. Con este breve texto y a vuela pluma quiero manifestar mi desasosiego con parte de algunas publicaciones recientes, más producto de la charlatanería, el oportunismo y la ignorancia, que de un análisis sustentado en el rigor de la investigación o en la lectura de obras que en mi concepto tienen respetabilidad por el sustento en sus premisas y en sus conclusiones.
Dos temas me encuentro en la coyuntura: en primer lugar, el cómo se trata de fundir el histórico asalto al cuartel de Madera en 1965 y las luchas campesinas y estudiantiles que le precedieron, con la autollamada cuarta transformación de López Obrador. Más allá de un historicismo barato, que todo lo ve en una relación mecánica de causa-efecto que pretende eslabonarlo todo para explicarlo linealmente, como si esto fuera posible en el devenir histórico, lo importante es que veamos el suceso en el espejo de la época y en la propia reflexión que hicieron los actores de la insurgencia armada, por lo menos.
La guerrilla de Chihuahua elaboró y publicó textos programáticos que fueron soporte para contestar los porqués de la lucha. Al leerlos ahora, a sesenta años, es fácil encontrar limitaciones y aciertos, y hablar de la ruta que se propusieron Arturo Gámiz y Pablo Gómez Ramírez su organización y por ese camino veremos que no es nada difícil convertirlo en un simple eslabón que forjado en el pasado ahora se funde, artificiosamente, con el obradorismo.
Son muchos los aspectos por donde brotan las discrepancias en esto. Una obvia es el carácter socialista de la propuesta y la mediación de las armas como método para realizarla; pero no sólo, también están los respaldos a infinidad de combates cívicos que explican el levantamiento armado. De ninguna manera se trató de un rayo en cielo sereno. La lucha por la tierra jugaba un papel destacado porque la reforma agraria llegó acompasada a Chihuahua y, además, al estado se le consideró como una reserva de los militares, cuando se entregó en 1962 la gubernatura a Práxedes Giner Durán, sin más mérito, porque los generales tenían derecho mediante el PRI a encabezar una o dos entidades.
La lectura de las “Resoluciones de la sierra”, hablan de sendas diferentes y propuestas que la cuatroté ni siquiera ha tocado, como sería liquidar el corporativismo y el clientelismo y la dependencia de las “masas” del estado como se preservaron con el gobierno de López Obrador y MORENA, como un vehículo para alcanzar el poder por la vía electoral plagada de compromisos carentes de toda moral. Así lo hizo el PRI por varias décadas y así lo hace ahora el poder de MORENA.
Gámiz, empero, y por poner un solo ejemplo, cuestionó un sindicalismo caracterizado porque a los líderes de unas cuantas centrales obreras se les reparte el botín de los contratos colectivos. “Los dirigentes del sindicato pasan a ser diputados y senadores o reciben alguna otra gratificación del gobierno… por su traición al proletariado”, dijo Arturo Gámiz en la quinta resolución de la sierra, en la que expuso el porqué había un único “camino a seguir”.
Por otra parte, y este es el segundo punto que quiero tocar ahora, resulta grotesco el patrimonialismo familiar del que ha sido objeto el suceso histórico. Hasta infantil resulta el cambio de prelación de los inmolados, como si lo hubiera con el solo manejo ordinal de los nombres. Enfocar esto a partir de “los purasangre” empequeñece la historia misma, que teniendo la dimensión de una epopeya se puede tornar en una ruin pugna por la herencia y los legados, no para dar congruencia y consecuencia política y moral a nuevas luchas, sino para acomodarse en un aparato estatal militarizado por todo el país que le repugnaría a los guerrilleros si regresaran de la muerte.
A los charlatanes no viene ni al caso mencionarlos. Concluyo: he citado a René Char, poeta y miembro de la resistencia francesa antihitleriana porque su frase despertó la necesidad de explicarse los sucesos del pasado en el presente que viene a continuación. Muchas veces se ha dicho que no hay que quedarse en los elogios vacíos, sino que hay que ir a la raíz, encontrar la manera de formular nuevas preguntas y, a la vez, nuevas respuestas. Porque nuevos ideales de libertad están naciendo, y cuando un suceso como el de Madera 1965 se va relegando a una premeditada tradición hecha narrativa oficial que se institucionaliza, se convierte a la larga en un momento de liturgia, perdiendo su esencia.
Así sucedió, por ejemplo, con el robo del Primero de Mayo y, me resulta gratificante, que las mujeres no pierdan la espontánea actitud por hacer del 8 de marzo una fecha de lucha entre otros de futuro por la autorredención de las mujeres.
Quisiera que nos colocáramos al margen de toda falsificación histórica, más si en el vértice superior de la historia se pretende colocar al obradorismo como la coronación de un proceso que tiene como antecedente el asalto al cuartel de Madera.
Que será difícil, no me queda duda. Seguro estoy de que al intentarlo todo quedará en el lugar que le corresponde, más si la historia como ciencia, lo escudriña y resuelve.