Por encima de todo, lo más detestable es que se aparente que se está trabajando sólidamente por la paz en Chihuahua. Los gobernantes locales, al igual que los del resto de la república, montan mesas e instauran “diálogos” para simular que se trabaja sobre tan delicado tema, sin exponer la realidad que puede ser medida y apuntando soluciones que tengan que ver con la misma. 

Es válido y además necesario que jóvenes, adultos y viejos, así como hombres y mujeres pongan en su agenda el cómo abatir la violencia, especialmente en zonas de desamparo y abandono como lo es la Sierra Tarahumara y su conjunto de municipios en los que reina la extraterritorialidad. En esa vasta zona quien tiene el monopolio de la violencia es el crimen organizado. La violencia legítima, la que puede ejercer el estado conforme a la ley, brilla por su absoluta ausencia. 

Así como ha fracasado la estrategia de abrazos y no balazos de López Obrador, el gobierno de María Eugenia Campos se ha caracterizado por su ineficiencia prácticamente absoluta. Su secretario de Seguridad Pública, Gilberto Loya, es muy bueno para lucir trajes que lo pintan como un mariscal prusiano, pero igualmente inútil para encarar la tarea que se le asignó hace tres años, cuando dijo a través de los medios que estaba por retirarse a la vida familiar, porque había terminado su ciclo y un día después estaba protestando su cargo e ingresando a la nómina. 

Todo esto lo digo porque la gobernadora se reunió con los obispos de Chihuahua para examinar el tema. Se advierte a todas luces que le interesa contemporizar con esas autoridades eclesiásticas para refrendar sus convicciones y no entrar en colisión, en particular con la perspectiva de una correcta interpretación de lo que sucedió en Cerocahui con el sonado crimen de los jesuitas asesinados y de un ciudadano que cada día que pasa se borra. 

El obispo de la tarahumara Juan Manuel González trae perdida la brújula y ya no encuentra el termómetro para medir si ha bajado o no la violencia. Señor obispo, la violencia va in crescendo como en los movimientos de algunas famosas sinfonías. Y para usted ver al Ejército y a la policía en las carreteras es un alivio, pero para gran parte de la población es la prueba palpable de una militarización que crece exponencialmente y que no ha resuelto nada ni en los actuales gobiernos ni en los anteriores.

La nota grotesca y falaz de este evento decorativo es que los nuevos trajes de diseño que se mandó confeccionar la gobernadora son la píldora más burlona, pero que tanto le gusta a la societé chihuahuense a la que ella pertenece.

Lucrar con el dolor ajeno es detestable.