Xóchitl Gálvez, la candidata presidencial del PAN, PRI y PRD, dio a conocer a su equipo de campaña. La opinión general es que no hubo caras nuevas —frescas, les dicen— ni talentos políticos que auguren que su campaña pueda levantarse. En particular, el hecho de que Santiago Creel tenga el liderazgo de ese equipo, deteriora la imagen que se le hizo a Xóchitl de provenir de abajo.

Todos sabemos que Santiago Creel es un señorito, como se decía antaño por influencia española, cuyo origen se remonta a mediados del siglo XIX, cuando el primer Creel llegó a Chihuahua en calidad de cónsul de los Estados Unidos, emparentando con la familia del cacique Luis Terrazas. Y de ahí a la opulencia y al poder durante el porfiriato, siendo Santiago el último retoño que tomó como plataforma el conservador Partido Acción Nacional.

Más allá de eso, Santiago Creel es un cartucho quemado en la política nacional que nunca ha podido ganar, y que además se le ve coludido con la corrupción desde los tiempos de Fox, cuando le abrió las puertas a los casinos.

Creel, realistamente hablando, no lanza un mensaje atractivo, triunfador, en términos de penetración popular, pues su escenario natural es la vida social de alto nivel, escándalos con actrices y aspectos personales que no venden.

Su fuerte es el cabildeo al interior de las élites económicas, pero ni ahí las tiene todas consigo.

Si a eso le sumamos que en ese equipo está Jesús Ortega, Rubén Moreira, Josefina Vázquez Mota, Margarita Zavala y otras caras visibles e impresentables del PRI y el PRD, la campaña no tendrá un buen destino.

Por último, que la candidata nombre a dos de sus hijos como parte del equipo, resulta, por decir lo menos, más de lo mismo.