En la inauguración del Torneo de la Amistad Chihuahua 2023, a la gobernadora del estado, María Eugenia Campos Galván, la embargó sentirse entre los suyos, la gran emoción y sus convicciones más profundas, a grado tal de que pronunció un discurso digno de la España del dictador Francisco Franco. Con unos pocos de años encima, hasta se parecía a Marisol cuando gritó “¡Que viva la vida, que viva la familia!”.
La gobernadora es tan clara en la agenda más a la derecha que podamos imaginar, contraria a sus obligaciones constitucionales y, en última instancia, hasta para su propia corriente social electoral.
Es un pensamiento que lastra, porque ya la sociedad no está ahí. Teniendo como telón de fondo que la Suprema Corte de Justicia acaba, en un caso chihuahuense, de despenalizar el aborto, ella gritó el ambiguo “¡Que viva la vida!”, que todo mundo entiende como la expresión de su discrepancia con dicho fallo, por más que de los dientes para afuera haya dicho que lo va a acatar. Hasta Marco Bonilla aprovechó para magnificar la idea de “perspectiva de familia” que le dictó el obispo para su artículo editorial.
Para Maru, cuando habla de “la” familia lo hace en singular, como Dios le manda a ella, pero desentendiéndose de que ya tanto la sociología como la antropología han puesto en claro que hay “familias”, en plural, de las cuales se pueden poner como ejemplos la monoparental, homoparental, disfuncional, uniones libres y demás. En fin, que de lo que se trata es del apego a una ortodoxia que no va ni con los tiempos ni con la ley.
Se pensará que eso es lo de menos, por eso complemento. El tema es que se violenta el Estado laico que obliga a la caracterización de una república diversa y plural. Pero no solo, también hay un trato discriminatorio al favorecer a las corrientes pro empresariales de altos ingresos, que ven en los Legionarios de Cristo la puesta para mantener una sociedad tradicional que hace mucho tiempo desapareció.
Hay además un par de cosas que llamaron la atención en ese Torneo de la Amistad: de una parte el carácter elitista del mismo, pues los asistentes tienen una escolaridad que sólo los sectores más altos de ingresos, afectos a esos credos, pueden solventar. Por otra, que un evento de esa magnitud jamás se ha intentado con la juventud local, como la universitaria, y ya no digamos la de barriada.
En el caso de Maru se aplica aquello de que de casta le viene al galgo; no puede ocultar su credo más profundo, que es legítimo, pero no por ello suficiente para imponerlo al resto de la sociedad en el uso de las instituciones.