Está llegando la hora de un balance definitivo del sexenio lopezobradorista y de su proclamada Cuarta Transformación. Paradójicamente los menos interesados en ese corte de caja son los propios actores que hoy están en el poder, seguramente porque no todo resultó como lo ofrecieron, pero realmente el escollo mayor es que se dedican de tiempo completo a preservar el poder que quieren consolidar para un plazo largo.
El primer tema, contrastar lo prometido con lo realizado, merece una columna aparte, o varias. Lo segundo, la búsqueda desaforada del poder eso ya se puede documentar plenamente en este momento.
El ejemplo mayor es cómo se va a resolver la candidatura a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, y ahí lo importante a toda costa es ganar, y con quien sea. De entrada Claudia Sheinbaum, bastón en mano, ungió a Omar García Harfuch, que no era de la simpatía del presidente, pero éste ordenó una encuesta cuyo resultado fue que sólo con ese candidato ganan y, al parecer, ya hay acuerdos para que obtenga la candidatura el exjefe policiaco. En otras palabras, ganar, no importa con quién. Si tiene mala historia, si no es de izquierda, si no tiene experiencia de gobierno, son cosas intrascendentes.
Es la típica acumulación de fuerzas del muégano llamado MORENA, que lo mismo tiene a Napoleón Gómez Urrutia que a Manuel Bartlett o Manuel Espino. Hasta los personeros de la Iglesia de la Luz del Mundo tienen cabida, y no se diga los charros sindicales de nuevo cuño.
Aquí en Chihuahua, en lugar de rendir cuentas, los políticos morenistas aparte de rendir pleitesías al supremo, tienen los ojos puestos en la senadurías, las diputaciones y las reelecciones. En esa línea están Rafael Espino, Carlos Loera de la Rosa, Cruz Pérez Cuéllar, Andrea Chávez, Rosana Díaz, Susana Prieto, y hasta el junior expriista y duartista, Armando Cabada.