En la ya larga y consistente campaña para provocar la piedad en favor de César Duarte, se está cometiendo una injusticia de discriminación, porque no todos los reos en cautiverio obtienen beneficios que les aligeren las circunstancias de estar tras las rejas. Se trata de un campaña orquestada desde el gobierno del estado, con el apoyo de los medios de comunicación, que de manera sistemática propalan versiones sobre la estado de salud del tirano corrupto que fuera gobernador de Chihuahua de 2010 a 2016.

El día de hoy, se difunde que tiene la edad de 60 años, que padece obesidad, hipertensión, niveles altos de colesterol, afecciones coronarias, angina, y hasta se habla de una isquemia moderada.

Esta columna no tiene las estadísticas de la población carcelaria en el estado; sabemos que se cuentan por miles los que están presos en Juárez, Chihuahua, Parral, Cuauhtémoc, por sólo señalar algunos lugares. Pero puede aventurar que hay hombres y mujeres en grueso número con 60 años o más, que dicho sea de paso, no es una edad crítica, y seguramente hay un enorme número de hipertensos, obesos, cardiacos, diabéticos, con indicadores de colesterol pernicioso alto, muy probablemente discapacitados, y no se diga enfermos mentales. En fin, las patologías están a la orden del día.

Pero sólo hay un exgobernador preso, y a él se le prestan todas las ventajas y lujos para que salga a atenderse por enfermedades que seguramente ya padecía antes de ser ingresado al penal, como la obesidad que siempre le ha caracterizado en su imagen pública.

Aquí el tema es que por ser él, un hombre poderoso, rico sin duda, con lazos muy estrechos con el poder establecido, administra perversamente la posibilidad de su exoneración o excarcelación, ante lo cual el gobierno del estado brinda las facilidades que caprichosamente pide el exgobernador a través de su defensa.

Pero esa ventaja no está al alcance de todos, lo que violenta el principio de igualdad que debe existir entre todos los reclusos.

He dicho que en esa enumeración de enfermedades suelen omitir que se trata de un cleptómano compulsivo, que también es enfermedad. Ya nada más falta que ni la burla perdonen y aduzcan que padece una calvicie de antaño y que la cárcel le impide transplantarse cabello, como lo hacía cuando era gobernador y viajaba con ese fin a París.