Lo primero que habría que preguntarle a la gobernadora de Chihuahua, Maru Campos Galván, si es que se va a tomar en serio su nueva faceta de agente de noticias, es de a cómo y cuánto va estar la movida del boletín informativo, porque todo parece indicar que de pagar munificentemente para que la promocionen diariamente en positivo, ahora estaría dispuesta a cobrar por la información.
Con todo y el eufemismo que esto pueda contener, es bueno señalar que en una democracia bien plantada no tendría que ocurrir ni una cosa ni la otra, pero las recientes declaraciones de la gobernadora indican que ahora se dedicará, como Carlos Denegri, personaje oscuro del periodismo mexicano, a ser una vendedora de silencios, como tituló el escritor Enrique Serna su libro de hace cuatro años sobre la biografía de aquel agente oficioso del poder.
Esto viene a cuento luego de las “revelaciones” de Campos Galván sobre el caso del asesinato de la periodista chihuahuense, Miroslava Breach, quien justamente hoy, 23 de marzo, cumple cinco años de ser asesinada, supuestamente por miembros del crimen organizado.
Dijo Maru Campos: “Hay una historia bien interesante para cualquiera que quiera hacer un reportaje, porque hay mucha suciedad atrás de esto y el fiscal (el titular de la Fiscalía de Justicia estatal, César Jáuregui) tiene conocimiento y testimonios de lo fuerte y lo sucio que hay detrás del caso Miroslava”.
Quién sabe quién o quiénes le lustran los discursos a la gobernadora en actos protocolarios, pero estas palabras desnudan, una vez más, su estilo visceral a la hora de improvisar alguna entrevista de banqueta. Sin embargo, este carácter simplón no le resta responsabilidades, ni el mal gusto.
A ver: si el fiscal Jáuregui tiene conocimiento y testimonios de lo fuerte y sucio del caso Miroslava, porqué no lo dice, como autoridad pública que es. Aparte de ser una obligación del propio fiscal, lo es, obviamente, de la gobernadora. Y si está tan sucio, ¿no es para lo que están autoridades de ese nivel, para limpiarlo?
Todo mundo sabe a estas alturas que Maru Campos desea con fervor culpar a su antecesor, Javier Corral Jurado, de todos los entuertos que sean necesarios para tratar de limpiar su propia imagen. Pero también todo mundo sabe que el panismo, sea de Maru o de Corral, estuvieron involucrados en el caso Miroslava de una u otra forma. Algunos fueron detenidos, pero antes fueron protegidos con cargos de primer nivel en la administración corralista. Otros andan sueltos. Pero, en concreto, no hay manera de sacudirse.
Incluso, habría que echarle la luz larga al entonces presidente del PAN en esos aciagos días, Mario Vázquez Robles, a quien por un accidente electoral se pretende, imaginariamente, desligarlo de sus incumbencias en el tema.
Ahí es donde la Fiscalía podría informarnos, si es que quieren limpiar la casa, qué papel jugó el entonces dirigente panista en la decisión de realizar las grabaciones a Mirsolava Breach, aparente e indebidamente sin que ella lo supiera, pero que desembocaron en descargo de los panistas y la autoculpación de la periodista que finalmente mandaron silenciar integrantes del crimen organizado aparecidos en sus reportajes, tanto para el periódico La Jornada como para El Norte de Ciudad Juárez.
Estos detalles fueron manejados por la prensa en su momento. Pero, si como dice la nueva vendedora de silencios, hay algo más y más sucio, pues que lo digan y actúen en consecuencia.
Hay que decirle a Maru que los ciudadanos no estamos para adivinanzas. Porque la sociedad requiere transparencia y no el juego manipulador en el que reiteradamente incurre, no sólo en el caso de Miroslava Breach, sino también, como hemos podido constatar, en el otro crimen de impacto ocurrido en Cerocahui hace nueve meses.
En este último, nos han querido convencer que la muerte de José Noriel Portillo Gil fue producto del cerco que desde Chihuahua le fueron poniendo al presunto asesino de los jesuitas, de tal manera que alguien lo asesinó justo en la otra orilla, en Sinaloa, cuya fiscalía ya se hizo cargo del cuerpo y los procedimientos forenses.
En la coyuntura, resalta el reproche de los jesuitas cuando afirman que el hallazgo del cadáver de “El Chueco” no es ningún triunfo del estado, porque la violencia, además, permanece en la sierra y no ha sido un procedimiento de las autoridades lo que ha llevado a una aparente conclusión del múltiple crimen.
Pero a Maru Campos le urge cerrar ese capítulo. Por eso ha dicho lo que ha dicho, porque su único objetivo en mente está puesto en su eventual candidatura de 2024, para lo cual tendría que renunciar a su cargo en el Poder Ejecutivo de Chihuahua sin siquiera haber cumplido dos años en él.
De ese tamaño están las cosas por aquí.