Finalmente Emilio Lozoya irá a juicio por la corrupción en el caso de fraude internacional conocido como Odebrecht. En sí el procesamiento de este escándalo ha llevado más tiempo que el que se desearía para tener una justicia pronta y expedita. Al parecer, lo que interesa es la alharaca, mantener el empleo del suceso a modo para la propaganda oficialista.
El caso involucra directamente a Enrique Peña Nieto, presidente en el sexenio 2012-2018, que se vio caracterizado por una restauración priista en el poder, fuertemente plagada de corrupción en más de lo que podamos imaginar.
Cuando presumió a una “nueva generación” de gobernadores, incluyó a los Duarte, al de Veracruz y Chihuahua, como ejemplos de “renovación”; y casi en inmediatez a sus palabras, se destaparon los escándalos de robo al patrimonio público. La impunidad que la entonces Procuraduría General de la República, como la Fiscalía de hoy, cubrió al exgobernador chihuahuense, seguramente porque mucho es lo que le sabía, y sabe, de Peña Nieto.
En el discurso oficial de Andrés Manuel López Obrador y de los expresidentes de la última etapa de la república, sólo Felipe Calderón figura del lado oscuro, de tal manera que la corrupción que propende el modelo neoliberal, parece indicar que no toca al que sin duda es uno de los más corruptos que ha tenido el país, como Peña Nieto, que ni suda ni se abochorna por su pasado.
Esta circunstancia ha venido confirmando a lo largo de los últimos años que trabó un pacto de impunidad que lo mantiene alejado de la justicia y prácticamente del discurso oficial condenatorio de López Obrador.
La escalera en relación a Peña, se ha barrido de abajo para arriba: Lozoya está en la antesala del juicio, Rosario Robles ya ganó un round fundamental, al igual que Alejandro Gutiérrez, “La Coneja”; pero combatir la corrupción así no da frutos, aunque sí discursos demagógicos.
Peña Nieto debió haber sido el objetivo central, pero en el quehacer político de López Obrador hay este tipo de manchas que desmienten su supuesto compromiso por el Estado de derecho y para sofocar la corrupción política.
Por eso agencias mundiales, como Transparencia Internacional, siguen colocando a México como uno de los países más corruptos del planeta.
Los pactos de impunidad han continuado. Por eso Peña Nieto permanece indemne. Y como dicen en Torreón, Coahuila, será por eso, o sólo que por eso sea.