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¿A cada pueblo, según su lengua?

Carta abierta a María Eugenia Campos

“¿A cada pueblo según su lengua?” se lee en el libro bíblico “Ester”, que hace la crónica de un rey que ordenó exterminar a los judíos hace miles de años. Recordé esto hace unos días al enterarme de dos hechos que le atañen de manera personal y que, además, vulneran la esencia del sistema representativo por la investidura que usted tiene de gobernadora del estado de Chihuahua, del que soy ciudadano, y en esa calidad me dirijo a usted mediante esta carta abierta.

En primer lugar, he de decirle que su lenguaje soez, cargado de exclamaciones imprecatorias –“romper hocicos”, “me vale madre”– es una falta de respeto a la dignidad humana, no nada más a los militantes y partidarios de MORENA y su Cuarta Transformación, sino a la suya propia.

Que los sinpoder se desesperen y padezcan amargura, explica que no pocas veces se dirijan a los gobernantes con palabras fuertes e insultos; pero cuando lo hacen personas con cargos como el suyo, sólo denota altivez, expresión de un orgullo posicional y pretensiones de dominación que nadie le ha conferido de acuerdo al sistema representativo, de suyo tan lastimado por profesionales de la política, como es su caso, con más de veinte años anclada en cargos públicos o partidarios a sueldo.

Su desempeño contribuye a envenenar o enrarecer el espacio público con estridencias y retumbos irracionales; es discurso de plazuela con público cautivo a donde van los que saben que es obligado aplaudir, discurso de agitador partidario, que por sus limitaciones más que obvias ni siquiera puede pronunciar el presidente del partido que usted designó para el estado. De plazuela, insisto, pero para endulzar los oídos de quienes la llevaron al gobierno en 2021 (no hablo del duartismo que puso su cuota) y que es una élite oligárquica e inmobiliaria que, ayuna de compromisos democráticos, tiene miedo de perder su dominación y preponderancia económica, hecha a base de privilegios y prebendas.

Se trata de los que mueren de miedo y que hasta ahora han sobrevivido en la opulencia que les da un régimen de exclusión y brutal rentismo. A ellos es a los que les habló, sumándose a la política de adversarios que sólo ven garantizados sus intereses cuando ven pasar por la calle el cadáver de los que representan el disenso y la crítica.

Ese no es el lenguaje que corresponde a Chihuahua, y no creo que usted esté en un error al utilizarlo; estoy seguro que es como piensa, que son sus convicciones que quiere imponernos en su delirio por una candidatura presidencial alentada en un proyecto que sepulta al sistema democrático, incluso en la visión de Manuel Gómez Morín, fundador del PAN.

Ubicado en la izquierda democrática, discrepo de MORENA y de su líder carismático. Es pública mi disidencia, pero a la vez no creo que sea con posicionamientos como el suyo que se logre absolutamente nada. Rompiendo hocicos, como usted dice, podemos llegar a la guerra civil y adosarla a la que ya existe y que exacerbó su amigo y protector Felipe Calderón; o al fascismo, y de ahí a destrozar nuestro país.

Chihuahua no merece ser tratado como usted lo intenta, y tengo en gran agravio sus palabras para el pueblo del que formo parte y al que he acompañado en sus momentos difíciles.

En una segunda parte de esta misiva –discúlpeme que se tan larga, pero no tuve tiempo de redactarla más breve– quiero decirle que veo, oigo y siento en sus palabras la voz de una derecha enmohecida y periclitada que se exhibe y muestra como es con su decisión de asignar una puesta en escena, con base en una obra de Oscar Wilde, el cuento de hadas “El príncipe feliz”, a los empresarios, uno de la cultura y otro de los negocios, Alberto Espino y Federico Elías, respectivamente.

Se abandona así el sentido democrático de la cultura que ha de estar en todo proyecto con anclaje en lo plural, y por ende en el pluralismo. De pronto somos vaqueros, defensores de “la” familia, en singular, testigos de un supuesto y mítico arribo de unos cuernos largos –longhorns, por supuesto– caminando sobre el desfiladero del Chuvíscar, en lo que queda de un río, y un sinnúmero de eventos que nos hablan de que se quiere gobernar por medio del circo, mediante el cual, progresivamente, se van desarrollando posiciones para mantener a un pueblo con las cadenas de la servidumbre bien puestas.

Eso no es Chihuahua, por más que la prensa oficial y oficiosa lo martille sobre la conciencia social día y noche con gran despilfarro del patrimonio público, patrimonio de suyo enajenado a una autonomía estrecha frente al poder central, a la banca usurera y a los parásitos de la nómina que han visto la administración pública como un botín o despojo.

El espectáculo, asignado de manera opaca a la empresa mercantil AEFE Producciones (iniciales de sus dueños), es un momento que ensamblará con las fiestas decembrinas y pondrá en circulación la desgastada moneda de la piedad o compasión, de la lástima en otra de sus facetas.

No cuestiono la obra de Wilde ni la libertad de quien la monta, y mucho menos a los actores que participan; para ellos mi profundo respeto. Cuestiono una decisión pública fraguada con el cemento del privilegio y el implícito desprecio a no pocos creadores y artistas que ven cómo gran parte del presupuesto para cultura va a dar a manos de un par de personas mediante un inocultable tráfico de influencias y que busca enlazarse con sus futuros proyectos personales de poder a través del PAN de hoy, a mi juicio el peor de toda su historia.

Los filósofos han visto en la piedad una mezcla de amor y respeto en relación a un ser que nos sobrepasa (puede ser dios, el padre o la madre sufrientes, un maestro, la patria misma). Pero aún aquellos, como el español Aurelio Arteta, que realizan la apología de la piedad, la ponen bajo sospecha. El pensador nos dice que la piedad “no goza de excesivo prestigio”, cuenta habida de que puede ser triste emoción nacida de la impotencia y la debilidad, pues en esa compasión, practicada por los buscadores de clientelas electorales, lo que se busca es el “propio goce” del poder que se nutre en mantener como permanente la desdicha ajena, y así, lo sostengo y asumo, descargar un dejo de humillación al desgraciado.

No creo en eso y veo un plan oculto en sus acciones de gobierno en esta materia, de que permanezca en nuestra cercanía el gran desasosiego social que nos trae ahora la miseria en la que vivimos todos, pero sin duda más los que carecen de lo estricto.

Su discurso, gobernadora, de evitar el dolor evitable, suena hipócrita, doble, clientelar y con una convicción religiosa de los dientes para afuera. Hoy dan, ofrecen el producto cultural como “gratis” y con un marcada tendencia ideológica para cobrar mañana, así de simple. Usted bien sabe que el pueblo está harto del engaño y de que se destinen recursos millonarios de los contribuyentes que, golpeados todos los días por los escasos recursos, hoy tengan que padecer, además, una inflación que devora y expropia despiadadamente a la inmensa mayoría.

Aquí no hay golondrina que nos salve, su moralina compasiva no convence, y creo que eso está detrás de la rebeldía que ha cimbrado a muchos hombres y mujeres que trabajan en la cultura con gran talento, entrega y altruismo, pero con las uñas bastante erosionadas. A ellos se les despreció.

No está de más recordar que un evento que involucró la derrota del duartismo se inició con una batalla cultural (usted la ha de recordar) que se opuso a la destrucción del llamado Mausoleo de Francisco Villa en el antiguo Panteón de la Regla, hoy Parque Revolución, por el simple capricho depredador del gobernante de entonces, César Duarte.

No comparto ni su lenguaje ni su visión de la cultura. Como hombre de izquierda aspiro, en el enfoque de Norberto Bobbio, a una sociedad justa, y por tanto prefiero, y creo que eso va en la dignidad de todas las personas, la severa justicia a la disfrazada solidaridad que se viste de generosidad y filantropía barata que luego se cobra en las urnas electorales.

Por lo demás, y tomo en préstamo las palabras del italiano, “la generosa solidaridad siempre ha existido, incluso cuando los mendigos abarrotaban los peldaños de las iglesias”.

Pero no soy iluso, no espero que modifique su comportamiento. En cambio sí espero un movimiento social y ciudadano que destierre el odio que los panistas como usted han sembrado en nuestro benevolente estado.

En otras palabras, que así quiera imperar no quiere decir que lo aceptemos.

Atentamente:

Jaime García Chávez