Columna

Maru exhibe tan poco en Tampico

No es lo mismo comprender el sentido del refrán “a la tierra que fueres haz lo que vieres”, el cual denota respeto y adaptación a lugares que se visita, aunque sea de manera momentánea, que al simple maquillaje de inutilidad política que los gobernantes le imprimen a muchos de sus actos. El ejemplo lo rebasó Duarte, lo aplicó Corral y ahora lo presume Maru Campos en Tampico, al asistir a una asamblea de algo que llaman Convención Nacional Ganadera.

A Duarte hasta le impusieron en Calgary, Canadá el llamado Sombrero Blanco por “logros en seguridad” y “desarrollo económico” en la capital chihuahuense y en Ciudad Juarez. Corral marchó a caballo, igual que su antecesor, el “vulgar ladrón, como un genuino villista en las jornadas que cada año conmemoran la vida y muerte del Centauro del Norte.

Quién sabe que pensarán hoy los canadienses de esa comunidad respecto de Duarte, y los parralenses sobre el vaquero de ocasión, Corral, ahora que la historia ha puesto a ambos, guardadas las proporciones, en la esfera del desastre administrativo y gubernamental de Chihuahua.

Ahora Maru Campos se hace pasar en Tampico por ranchera y presume sombreros –muy finos, por cierto– sotoles y vinos chihuahuenses, y no por eso es mujer de a caballo y mucho menos promotora de la economía, ni de la gastronomía en función de las bebidas que acá se producen, aunque queda la duda de si lo hace por ser buena consumidora de esas espirituosas. Maru lució en Tampico mucho de su superficialidad política, pero a la vez tan poco de la esencia de su encargo gubernamental.

Lo que resalta, más allá de la parafernalia, el gasto que despliega su equipo de gobierno en giras insulsas y el énfasis que le imprime la prensa a modo (“Se trajo Maru Campos de Tamaulipas la próxima Asamblea Nacional Ganadera”, reza una cabeza periodística), es la frivolidad que le acompaña a donde quiera que va, pero que tanto gusta a los más cercanos, así sean también de ocasión, o mientras dure el sexenio.

Por lo menos, sugieren sus circunstanciales fans, los de la meritocracia, los que asumen que tienen como gobernadora una gallina ponedora, que ella sabe cacaraquear el huevo, aunque este venga blando y sin calcio.