No puedo decir que me asombra, mentiría. A Juan Carlos Loera de la Rosa le han quedado grandes todos los encargos que le han conferido, porque la mediocridad del reclutamiento del régimen de la Cuatroté busca en gente de su perfil la cantera para terminar de construir el desastre.


Vimos esta actitud cuando publicó un libro y muchos espectaculares (de lo cual no se ha rendido cuentas) para continuar en el ancestral fraude a la ley, colocarse aparentemente en sus supuestos para transgredirla. Como diputado federal abandonó la curul a favor de su enrolamiento en la burocracia, para regresar a ella luego de la debacle en la elección contra el PAN y en ausencia absoluta de un compromiso con la izquierda democrática. Inauguró corrupción y nepotismo y, además, la rehabilitación de duartistas redomados. A últimas fechas no pierde oportunidad de aparecer al lado de Maru Campos, olvidando que al arranque de su campaña dijo que él como candidato al gobierno estatal no recorrería el estado con un amparo bajo el brazo, como lo hacía la actual gobernadora. Estas son solo muestras, botones, de su oportunismo.


Pero también hay incondicionalidad y cuando un político se convierte en Don Roque del hábil propagandista presidencial Paco Miller, todo está perdido. En otras palabras, político que surge de la voz del ventrílocuo en turno no lo doy por bueno. Son capaces de negar hasta las leyes de la gravitación universal expuestas por el gran fundador de la física moderna, Isaac Newton.


En tiempos del PRI, con sus excesos desde luego, los seguidores del presidente solían ser más discretos, y en ocasiones hasta refinados. Ahora tenemos repetidores de las mañaneras, y apologistas sin cortapisas de lo que haga el presidente, sea loque sea. Al conducirse así se deja de ser izquierda porque izquierda auténtica es sinónimo profundo de crítica.


Todo esto lo he advertido en las recientes declaraciones del delegado de Bienestar en relación marginal al tema aduanero y esencial por lo que se refiere a la caracterización que él hace de la incorporación del Ejército a tareas que no le corresponden. Pero no es cualquier ejercicio de catalogación, sino que se lanzó al ruedo para vendernos la idea de que AMLO y la obsequiosa y servil Secretaría de la Defensa Nacional, está socializando al Ejército, no militarizando al país. ¿Qué significa socializar? Quién lo sabe, pero lo que está claro es que hay un divorcio entre estas palabras y lo que dispone la Constitución.


La Constitución marca una ruta civilista para el país, lo que tenemos en presencia es una omnímoda militarización altamente preocupante incluidas las jugosas aduanas. Todo mundo lo ve salvo los epígonos, lacayos e incondicionales del líder autoritario.


Se dicen muy liberales, aunque no lo son. Va una recomendación: lean la historia del debate en el constituyente de 1856-57 en la obra de Francisco Zarco y encontrarán bases para un desmentido puntual y contundente al incondicional de que me ocupo.
25 de marzo de 2022.