En buena hora Andrés Valles recuperó su libertad. Era un preso político de Andrés Manuel López Obrador, la Guardia Nacional y el Ejército. La responsabilidad de su cautiverio, además, fue producto de la falta de oficio político para resolver el conflicto por el agua en la cuenca del Conchos y que tuvo su epicentro en la presa La Boquilla, lucha en la que el Partido Acción Nacional jineteó el conflicto en su beneficio.
Me da gusto que haya recuperado su libertad porque me cuento entre las escasísimas voces que anunciaron la llegada de presos políticos, con motivo del conflicto hídrico, por una parte y porque luché por su libertad desde el momento mismo en que fue aprehendido, no sin antes sufrir, el dirigente de los productores agrícolas, una serie de hostigamientos él en carne propia por su liderazgo y su familia.
Recuerdo que publiqué una semblanza del señor Andrés Valles Valles, que permitió dimensionar su personalidad, profesionalismo y conocimiento directo de las condiciones que privan en el distrito de riego que tiene como nutriente principal la cuenca del Conchos y el almacenamiento del más grande cuerpo de agua del estado de Chihuahua. Resaltar esos atributos, permitía luchar con una caracterización profunda de los porqués de su incorporación en la disputa, el padecimiento directo como productor de la crisis ahí existente y, desde luego el compromiso que trabó con su gente y el cómo la legalidad durante la crisis no estuvo del lado de los gobiernos sino en la calle donde se presentaron los reclamos, con el saldo del enfrentamiento, una vida que se perdió, otra que quedó maltrecha y cuatro presos políticos, el último de los cuales acaba de recuperar su libertad, lo que me parece una conquista importante para él en lo personal, su esposa y su familia y los compañeros que sostuvieron la exigencia de libertad.
Pero solo se ha quitado un eslabón a la cadena opresiva, la libertad no ha llegado de manera incondicional. Es producto de un cambio a la medida cautelar por parte del juez federal y así se abrió la celda de la prisión, pero -hay que decirlo con énfasis- no ha concluido el proceso que continuará como espada de Damocles sobre el agrónomo que gozará de una libertad precaria y tendrá que portar un brazalete y padecer restricciones a su libertad de movimiento. En otras palabras, la herida continúa abierta y el desenlace final no llega. Por tanto, es válido seguir catalogando a Valles como un perseguido político del Estado.
Contra esta visión se ha levantado la narrativa oficial que privilegia, por encima de los sacrificios obvios, que la libertad recobrada es producto de un acuerdo entre la gobernadora y el secretario de gobernación y que eso es lo más importante, pues el resultado sería una especie de libertad absoluta cuando que no hay tal, aunque se ha dado un importante paso, que debe ser coronado con una sentencia absolutoria.
Se quiere presentar el hecho como una consecuencia de gestiones políticas, de lo cual se deslindó el juez federal de la causa Tomás José Acosta que declaró textualmente que esos acuerdos son extraños, puesto que “no son supuestos para analizar la revisión de la medida cautelar, son ajenos a esta audiencia”, y no podría ser de otra manera aun y cuando el juez hubiera recibido una consigna, en atención a que el Estado de derecho no funciona así.
El espacio de la política tiene su lugar, pero se debe tejer finamente porque de otra manera se exhibe a la justicia, supeditándola en este caso, a la voluntad de las autoridades ejecutivas cuando que los actores en el conflicto, tienen buena parte de la responsabilidad, aunque la misma quede velada mediáticamente. En otras palabras quienes con su incuria y oportunismo generaron el conflicto y fueron poco hábiles para encauzarlo, ahora restañan sus faltas y exhiben a los jueces federales como instrumentos de consigna.
Porque es real, insisto: la libertad de Andrés Valles Valles ha de ser incondicional y en lugar muy secundario la ostentación de salvadora que se le atribuye a la gobernadora.
25 de febrero de 2022.