Columna

Caso Duarte: mucho ruido…

En plena efervescencia antiduartista, por allá del 2015, López Obrador envió varios mensajes con algunos de sus allegados en el sentido de que la lucha ciudadana que se gestaba entonces no merecía la pena, sesgadamente porque, según él, era un movimiento de panistas.

Sectariamente, AMLO acusó que entre estos estaba Javier Corral, hoy un hombre de sus querencias –temporales– y Francisco Barrio, el que alguna vez inspiró a los chihuahuenses del 86. De ambos decía que, junto a Duarte, eran iguales. El Prianismo, pues, que hoy permea las filas de MORENA y de gobiernos e instituciones que encabezan, que nunca se fueron al diablo pero que hoy acapara lentamente.

Hoy, con Duarte en la cárcel y al borde de la extradición, López Obrador sale con que el exgobernador más corrupto de la historia reciente de Chihuahua podría ser beneficiario del criterio de oportunidad, o en palabras coloquiales, convertirse en testigo protegido. Más allá de lo poco o nada asertivo del comentario mañanero, el criterio de oportunidad se otorga a quienes estén en condiciones de brindar información que lleve a la detención de personajes de mayor calado. ¿Qué pez mayor hay, para una entidad federativa, que el gobernador?

Javier Corral lo hizo con Jaime Herrera y ya vimos lo que pasó: nada, absolutamente nada. Y ese pez gordo hoy goza de inmunidad de facto. La impunidad se pasea en el país y AMLO apunta su corazón mesiánico hacia ese horizonte.

Al final del día, peloteo que se traen el gobierno federal, el estatal y los abogados del huésped de una cárcel de Miami, sólo genera indignación e incertidumbre entre la ciudadanía. Algo de seriedad sería mucho exigirles en tiempos de triunfalismo prianperredemorenista.