Columna

Maru, la autócrata

César Duarte no se lo propuso, pero lo ha logrado. Los últimos doce años ha estado en un primer lugar en la agenda pública. Desde luego para desgracia de todos los chihuahuenses.

Ahora, son dos los motivos de la coyuntura. El primero tiene que ver con la reciente resolución dictada en Miami que lo hace extraditable en primera instancia; no sabemos si vengan impugnaciones que le otorguen dilación a su causa penal.

El otro es la profunda crisis que azuela al Poder Judicial del Estado de Chihuahua, personificado en la renuncia de Pablo Héctor González a la presidencia de su instancia superior y el segundo relevo en el cargo de una persona que llegó a la magistratura a través de los peldaños que le puso precisamente César Duarte con el apoyo de César Jáuregui Moreno y María Eugenia Campos Galván, cuando tenían el control de la fracción panista en el Congreso local, y todo era negocios y pasividad institucional ante la tiranía.

A lo que se sabe de cierto hasta este momento, esta semana tendremos nuevo presidente en el Tribunal Supremo, Miriam Hernández es la Magistrada que busca, voto por voto, suplir al que se fue, y viene teñida fuertemente por su acuerpamiento que el duartismo tuvo cuando tomó por refugio el pleno de ese elevado tribunal.

Faltan horas para que se deshoje lo que a mi juicio, hasta ahora, es la margarita entregada por la gobernadora en calidad de autócrata que pretende tragarse todos los poderes. En especial el Judicial.

Pero una cosa es cierta: el compadre -y magistrado- de César Jáuregui, Luis Villegas Montes, será el poder tras del trono, quizá colocándose en una lista de espera de un par de años para levantarse con la presidencia y que así la politización del Poder Judicial sea igual que en los tiempos del PRI.

Ahora sí que el cielo bendiga a Chihuahua.