Columna

AMLO y su informe priísta

De estilo priísta resultó el tercer informe de gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Reconozco que es difícil romper las inercias que vienen de antaño y reforzadas cuando se es huésped por decisión propia del palacio de los virreyes, y todavía más, de los de la añeja casa de Austria.

Ni Luis Echeverría, inspirador de la filosofía política de la Cuatroté, se atrevió a decir que prácticamente tooooooodo está resuelto. Faltarían los detalles pequeños y también algunos grandes, como ganar la revocación de mandato, y de ahí a la reelección o al maximato.

No hay duda de que la Cuatroté es una regresión en términos de democracia e indefinición del rumbo que reclama el país.

Hay que seguir batallando contra la mentira y el engaño instalado en el poder omnímodo de un presidente iluminado, que no ilustrado.

Hay más pobres y más clientelismo, más poder y menos democracia, más simulación y disimulo.

Y no podía ser de otra manera, ya que así lo anunció la llegada del nuevo secretario de Gobernación, que hizo pésimo papel en Tabasco y ahora se convertirá en una especie de policía malo frente a los opositores. No sé quien sea el bueno, pero sí quien será el que ponga cara de malo.

El gobierno de López Obrador no puede tener un destino que le dé certidumbre a la república en cuanto a las medidas y soluciones que el complejo México reclama ahora.
Lo integran personajes con historias que demuestran la afirmación hecha.

Ahora me voy a referir al recién defenestrado Julito Scherer Ibarra. Para que se dé un quemón, simplemente le diré que tiene de mucho tiempo atrás amigos en Chihuahua, como Raymundo Romero, quien fuera secretario general de gobierno con César Duarte, favorecido por una justicia ineficiente; y es amigo también del no menos conocido Rubén Aguilar Jiménez, quien ocupa una doble gerencia: la primera en El Pasito y la segunda en el PT.

Pobre república, la nuestra.