Columna

Juan Quezada, premiado en casa

No sólo por su edad y estado de salud, sino desde su inalterable sencillez de hombre rural, el alfarero Juan Quezada recibió en Mata Ortiz, Casas Grandes, el merecido premio Gawí Tónara que otorga el gobierno estatal cada año; y lo hizo mediante unas delgadas pero sobrias palabras que, de tan honestas, debieron resultar implacables para un gobernador tan arrogante como Javier Corral: “Me siento muy feliz, casi loco de alegría, porque el señor gobernador me mandara ese reconcomiento…”.

La secretaria de Cultura, Concepción Landa, tuvo que viajar hasta el poblado de Mata Ortiz para entregarle la presea, una nimiedad para el erario si tomamos en cuenta que ella y sus cercanos colaboradores viajaron hace unos años a Inglaterra para “promover” a talentos locales cuyos resultados aún desconocemos. Debió viajar con el séquito de guaruras que la acompañan a todas partes.

El premio a Quezada se entrega en circunstancias que huelen a última hora, al igual que algunas otras de las acciones que, justo a días de terminar la administración más perezosa que se recuerde en Chihuahua, emprendió Corral, como la declaración de la alerta de violencia de género contra las mujeres, que es indispensable, sí, pero tardía para este gobierno, cuya aplicación se había buscado desde el inicio del quinquenio. 

También entrega, a unos días de irse a su año sabático, la creación del Centro Virtual de Recursos Académicos, que depende de una Secretaría de Educación a punto de ser “reformateada” por el nuevo gobierno, como se diría en el campo de la computación; o la creación de Monitor Ciudadano, una plataforma digital para promover desde la Función Pública, así dice, “la participación ciudadana en los mecanismos de supervisión, rendición de cuentas y transparencia de la acción gubernamental”. 

Especialmente en este rubro no sólo no cumplió a lo largo del último lustro, sino que tales propósitos los traicionó y volcó contra quienes, precisamente desde la ciudadanía, promovemos el combate a la corrupción política y el resto de premisas que, afirma, combatirá en los veinte días que le quedan al frente del poder.

Juan Quezada es un artesano que inspiró a todo un pueblo hace sesenta años y que hoy, con su arte, ha modificado incluso la economía del lugar en el que alguna vez tuvo su asiento el gran capital a través de las empresas de la familia Pearson. Quienes conocen la historia de ese lugar saben la importancia que en términos de supervivencia significó –y sigue significando– la alfarería de Mata Oritz. 

Con el paso de los años no sólo Juan Quezada sino también otras familias del lugar han ocupado lugares preponderantes a nivel internacional y han recorrido el mismo camino que Quezada había trazado años atrás, no sólo en el ambiente comercial de otras partes del mundo, sino en el espacio académico y artístico con exhibiciones, cursos, conferencias y exposiciones en galerías, museos y universidades de todo el orbe.

Tal vez Juan Quezada sea el último artista reconocido por parte del gobierno del estado, porque la administración que encabezará Maru Campos no sólo desprecia el arte y la cultura, como suele ser la tendencia de los gobiernos en general, sino que hasta la devuelve al sótano de otra secretaría en la que ocupará un segundo o tercer grado de importancia. 

El gobierno que rebasó a la izquierda por la derecha y que ocupará formalmente el poder en unos días más, y sólo para aparentar que promueve la cultura, seguramente no perderá la oportunidad de tomarse la foto con alguno que otro historiador, literato, científico o artista. Nada más.

Enhorabuena, Juan Quezada.