Sostengo que con María Eugenia Campos llega el predominio de la oligarquía local, que tiene algunos voceros que abdicaron de sus creencias neoliberales, en materia de Estado de derecho, para refugiarse en la candidata electa, a pesar de su vinculación a un proceso penal. También he dicho que con ella llega al gobierno una ultraderecha fundamentalista, incluso más radical que la que se atrinchera en Provida.

Los hechos se van decantando en la confirmación de está visión. Se podría decir que por la víspera se sacan los días, por las figuras que están apareciendo en la escena pública en la operación de la transición en ciernes, obstaculizada, infantilmente, por Javier Corral, para el que no hay rencor pequeño. Pero, para ponernos a tono, acudiré a términos litúrgicos, de inicio. 

La víspera está cobrando ribetes religiosos, de tiniebla y anochecer. Como sabemos, las horas tenían nombre medieval y había una que se llamaba “Nona” y otra “Completas”, y que con otras se convertía en el tiempo canónico de un solo día. Aquí se refieren a esta etapa preinaugural del gobierno oligárquico próximo a instalarse. 

Con “Nona” nos está llegando la noticia de que esa ultraderecha ya asomó la cara. Pero no se trata de cualquier ultraderecha en el caso de José Miguel Salcido, que se agrava por haber sido un prohombre durante la tiranía de César Duarte y que, a la hora de ir cimentando la transición, se acompaña de otro hombre de la ultra como Eloy García Tarín, antier priísta de número y seguidor de Marco Quezada, y ayer miembro del partido Redes Sociales Progresistas que recién naufragó. Con esta comisión de transición, también llegó el fiel infiel Fernando Álvarez Monge, si bien no tan ultra de esa matriz. Tarín y Salcido tienen como común denominador sus convicciones religiosas que dan cuerpo a las confesionales y políticas, sin duda alguna. 

Pero me referiré al más emblemático, al primero. Miguel Salcido pudo haber sido hipster, en esa etapa en la que dubitaba si quedarse en la casa paterna del PRI más autoritario que se recuerde, o transitar al panismo beligerante de tiempos cuyas aguas ya pasaron por debajo del puente. Pero optó por ser yuppie, ingresar a un corporativo de abogados empresariales filopanistas, cuyos servicios nada más pueden comprar los oligarcas. 

En otras palabras, el estereotipo ejecutivo, y cuando eso no prosperó se abrió campo en los órganos electorales de la mano del PAN, donde hizo carrera hasta llegar a convertirse en presidente del Tribunal Estatal Electoral. Salcido fue jubilado seguramente de manera ilegal porque no tenía la antigüedad. Sobre él pesa una grave denuncia que duerme en la Fiscalía General del Estado de Peniche Espejel por malos manejos de cantidades millonarias en la compra irregular de mobiliario para toda la Ciudad Judicial.

Por razones de paisanaje, César Duarte lo coptó de inmediato, atendiendo también al linaje priísta de Socorro Salcido, que fuera senador por un favor personalísimo de Miguel de la Madrid, cuando iba a ocupar la Presidencia. Con Duarte se convirtió en un hombre clave, pues lo mismo se le graduó para ser magistrado en la Sala de Control Constitucional de 2013 a 2014 (es un eufemismo para denominar un aparato servil a la tiranía); luego trasladarse, en calidad efímera, a la titularidad de la Secretaría de Educación y Cultura, sustituyendo al delincuente Marcelo González Tachiquín; y de ahí, de nuevo, al Poder Judicial en calidad de presidente del Tribunal Superior de Justicia, de donde fue defenestrado y quedó con deudas en materia de rendición de cuentas relativas a la construcción y entrega del edificio que alberga la llamada “Ciudad Judicial”.

Se trata de un personaje que lo mismo le quema incienso a los priístas con poder que a los panistas, que es a los que más quiere por sus afinidades políticas, que desdicen lo que recibió desde la cuna del viejo priísmo autoritario. Es capaz de soportar tratos indignos y bofetadas de sus superiores. 

Y si a la hora de “Nona” eso nos está llegando, imaginen cuando llegue “Completas”; entonces sí sabremos que esa ultraderecha, ariete de la oligarquía, viene por todo y lo va a lograr si nos dejamos. 

No hay duda, el espíritu de Duarte continúa presente, vive en el seno de los triunfadores electorales del primer domingo de junio y me hace recordar el disgusto de María Eugenia Campos Galván cuando se toca el tema de su complicidad con el golpe al Poder Judicial del Estado, del cual no se ha recuperado. 

Por fin, de algo me sirvió la liturgia.