Las campañas electorales en Chihuahua transcurren en un esquema de banalidad. La trivialización de la política parece haber llegado para quedarse durante el proceso electoral y de ahí trascender a las instituciones para que todo continúe como está.
Los partidos políticos no tienen más recursos humanos que los propios candidatos y las burocracias partidarias, el resto se paga con los recursos fiscales que en miles de millones reciben los partidos que al final ni son auditados ni fiscalizados. Algunos partidos, para confeccionar su contabilidad, no dudan en recurrir a las empresas factureras.
Una expresión de esta partidocracia es precisamente esto: el dominio de una élite que se sobrepone a todo y en el que los ciudadanos no figuran y en donde los aparatos y las maquinarias trabajan por la gente que debiera ser la que esté al frente de la praxis política.
Mientras esto continúe, la política seguirá manejándose tras bambalinas, en la secrecia y el arcano.