Escuché con atención una entrevista radiofónica a Graciela Ortiz, la candidata del PRI a la gubernatura del estado. Si por sus expresiones tuviese que hacerme una idea de sus conocimientos de historia, diría que es ignorante. Pero realmente no es el caso; lo siguiente es más grave: distorsiona la evolución histórica del país y del estado de Chihuahua. Recurre al sobado argumento de que prácticamente todo lo que hay se lo debemos al PRI, lo que se escoja se lo debemos al viejo partido de Estado.

Para nada admite la pluralidad y diversidad de personalidades que han construido lo mejor que tenemos y por ningún lado asoma la más mínima autocrítica. Sin el PRI no existiría México. Cuando la interrogaron sobre sus héroes nacionales y locales, se deshizo en elogios por Jesús Reyes Heroles, al que llamó arquitecto del nuevo PRI, y simultáneamente se declaró adoradora de Carlos Salinas de Gortari, que lo negó cuando menos en un aspecto: elecciones limpias. 

Obvio que empleó el martirologio de Colosio, y en los personajes locales declaró su gran admiración por Fernando Baeza Meléndez, otro que llegó por la vía del fraude; por Patricio Martínez García, de quien olvidó su política contraria a la mujer en Chihuahua, y así continuó en su labor de desfigurar la historia.

Pero hay dos cosas de esta entrevista que me sorprendieron. La primera es histórica: se refirió a Óscar Flores Sánchez como un defensor de la autonomía chihuahuense, cuando lo único demostrable es que su mal humor y gruñonería lo llevó a pedir el cambio de algunos gendarmes enviados a Chihuahua por Díaz Ordaz o Luis Eceheverría, pero en todo lo demás siguió las pautas que le dictó el centro: coordinación fiscal, represión y crímenes. En realidad fue un gobernador asesino, y a las pruebas me puedo remitir.

La otra se refiere a su declaración de que está lista para integrar un gabinete para el próximo sexenio, con gente capaz y honrada. Por lo pronto pido que me los presente.