“De ese cordel… tengo un rollo”, recuerdo que dijo Eulalio González “El Piporro” en una película que vi en el Cine Alcázar de la hermosa ciudad Camargo de Chihuahua.
La traigo a mi presencia porque he visto los dislates de algunos morenistas con los que pretenden convencernos de lo que sucede con el desprecio hacia los militantes y, esencialmente, contra todo lo que significa ser de izquierda.
Es un problema que está en todo el país y que aquí se puede llamar, digámoslo por ejemplo, el “Síndrome Borruel”. El disparate consiste en esto: el responsable de todo se llama Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que malvadamente impuso a Mario Delgado en la presidencia nacional de MORENA, seguramente siguiendo las instrucciones que Carlos Salinas les dictó y desde ahí ese líder nefasto hace y deshace, y pone a los Cruz Pérez Cuéllar, a los Cabada, los Quezada Martínez, y tantos otros que ni siquiera hicieron escoleta en el partido y mucho menos en eso que se llama izquierda.
Es un intento que ofende a la inteligencia común y hasta la ordinaria, que tiene el propósito de fundamentar la distancia que tiene Andrés Manuel López Obrador de estos fenómenos y la necesidad de defender una entelequia que se llama “Cuarta Transformación” saboteada por el líder del propio partido en el gobierno.
O se necesita un bisturí muy fino para diseccionar convincentemente todo esto, o de plano lo único que se requiere es un cuchillo cebollero que nos demuestre esa falacia garrafal.
Tengo para mi que López Obrador de un simple garnuchazo, si fuera cierta la tesis por abusar del lenguaje por llamarla así, se deshacía de Mario Delgado, su séquito y sus desmanes que amenazan al gobierno mismo y a la manida transformación que se involucra en esto. Y no puede ser de otra manera, porque AMLO no tan sólo es el profeta, sino el dios mismo. Así es que, deben buscarse explicaciones plausibles.
En realidad, darle consecuencia al análisis del fenómeno es llegar a un par de conclusiones mínimas: MORENA no prefigura a ninguna sociedad mejor en el futuro, y los morenistas, al no construir un partido de izquierda, han renunciado a pensar por cuenta propia, y ese es el problema.
Por eso se tiende a inventar que sólo Mario es el demonio, que el Tribunal lo impuso, que un delegado durangueño vino a hacer más tropelías que los que se permitieron a su paisano Silerio Esparza en los tiempos del más rudo autoritarismo priísta que se vivió en Chihuahua.
No se necesita un sesudo análisis para llegar a estas conclusiones; baste recordar el buen humor que nos regaló “El Piporro”. Por eso, también creo que ya está llegando la hora de “ponerle su jardín a Pancha”.