Por supuesto que no me refiero a sus peinados; escribo de algo que probablemente ella haya escuchado en el Tecnológico de Monterrey o en la universidad extrajera de la que fue huésped. En palabras sencillas: bucle es un conjunto –la llaman la “lógica del bucle”– de instrucciones cuya realización se repite de manera contumaz, constante, hasta que un determinado objetivo o condición de salida sea satisfecha. El tema tiene que ver tanto con las matemáticas como con la informática. Con esto quiero decir que nos es difícil para los legos. 

La candidata panista ha realizado un grueso manojo de instrucciones y pautas para evadir que el brazo de la justicia la alcance. Su bucle va en el encuentro de una alternativa que le propicie la impunidad por sus complicidades con César Duarte y las prebendas que de su mano salieron. 

He insistido que a un mismo tiempo –no se olvide que son de idéntico partido–, Javier Corral, César Peniche, Pablo González y María Eugenia Campos y su séquito de abogados han banalizado la justicia, privando en los hechos a Chihuahua de la vigencia del Estado de derecho, pues no de otra manera se puede entender que vaya evadiendo la justicia al tiempo que busca ser gobernadora del estado. 

Pretende confundir a la sociedad equiparando la condición de candidata con una patente de impunidad, como los piratas que evadían a otros delincuentes en altamar por gozar de una patente de corso de algún monarca. Esto no quiere decir que mediáticamente no le haya funcionado la argucia, pero no pasará de esa condición, independientemente de los resultados que se obtengan en la elección del primer domingo de junio.

Se trata de una mancha que no se borra y que aumentará en proporción directa al acrecentamiento de su poder. Por esa razón se empeña en su propio bucle. No es extraño: los grandes tratadistas de la corrupción política no han tenido duda en concluir en un punto, que le viene como anillo al dedo al grupo hegemónico del PAN. 

Un autor, de entre muchos, Pier Luigi Zanchetta, dice: “…no es sólo una comprensible línea de defensa procesal para evitar la acusación de corrupción. Es también una opción ideológica…”; por eso los “decentes panistas” ya forman una legión de corruptos que Gómez Morín jamás habría imaginado, allá por los años fundacionales del PAN. 

Y va como ejemplo la nada disimulada defensa del abogado Francisco Molina Ruiz en declaraciones de este día. Para él, el problema a resolver –así es el litigio de la chicana y el cinismo– es que su compañero de partido, Javier Corral, no vea el “juicio contra Maru”. En otras palabras, lo que nos dice es que impere la miserable razón de partido, la reyerta interna en el PAN, demostrarle a Corral que lo derrotaron,  y que la justicia simplemente valga un comino. 

A tal conclusión llego cuando leo las declaraciones del abogado defensor: Javier Corral Jurado “…ni si quiera lo va a ver, va a pasar junio, van a pasar las elecciones, va a llegar el nuevo gobernador y todavía el procedimiento no va a pasar a la siguiente fase, entonces no veo cual es su insistencia en retener, el mantener esa persecución”. Para él, “ese expediente tiene trastornado al gobierno del estado”. (El Diario de Chihauhua, 17/03/2021). En apariencia la exactitud de estas palabras no se pone en duda, el problema es el trasfondo de ellas, porque todos hemos advertido que Corral es un holgazán, inútil, y ahora solitario en la vana empresa que pudo haber llevado a buen puerto jurídico si se hubiera aplicado. Y esto, insisto, no le quita ni una brizna de chicana ni cínico litigio a las tareas del abogado defensor de Maru Campos.

Estamos en presencia de una visión chata, atrofiada, del derecho, y la recrimino en ese estricto espacio, pero lo entiendo como un desencargado planteamiento de búsqueda del poder sin más, aunque se diga que es para servir, aunque empiece negando los compromisos con la ética política, si es que de esto algo queda por ahí en el PAN. 

Campos Galván, al registrarse como candidata a gobernadora, ha sumado en su haber un poder que ciertamente le puede propiciar la impunidad buscada; hasta se puede pensar que va librando la batalla. Pero es una lucha interna en su partido y aquí el dilema puntual es este: o ella encara la justicia con todas las consecuencias posibles y sin privilegios, o su gobernador Corral debe renunciar por claudicante. Y en ambos casos, lo que es adorno, la fosforescencia de la putrefacción de la que hablaba el poeta Baudelaire, el PAN deberá caer por tierra porque le ha hecho un daño enorme a Chihuahua. 

No tiene legitimación alguna, aunque el tinglado de los intereses creados avale a la abanderada del PAN. Y esos intereses creados estuvieron en la comilona de los empresarios del tipo de Luis Lara, testaferro terracista y propietario del feudo llamado “Ficosec”, que siempre, mientras estén el PAN y el PRI en el poder, sabrá dormir, como decía un folclórico político, “donde duermen las huilotas”. 

Entre bucles y manchas indelebles transcurrirá la campaña mediante la cual le quieren imponer a Chihuahua un proyecto fincado en la exclusión y los odios. También forman parte de esa ideología que transpira corrupción candidatos como Cruz Pérez Cuéllar, a saber de raigambre panista; Jesús Zambrano, el jefe de la franquicia perredista; Ricardo Anaya, el “Jefe” Diego y Felipe Calderón, todos ellos cómplices del peñanietista “Pacto por México” y que a su tiempo Ernesto Ruffo, el primer gobernador panista del país en Baja California, denunció como “aduladores”, “lambiscones” y beneficiarios de ese gran corruptor que es Emilio Gamboa Patrón. 

Sin descansar, hay que hacerle frente a este peligro.