Hoy es Día del Ejército Mexicano. La fecha se estableció como un reconocimiento al Plan de Guadalupe, iniciado por Venustiano Carranza contra la usurpación huertista, sin duda con méritos suficientes por ese solo hecho. 

En México decir “constitucionalismo” y “fuerzas armadas” es, cada vez más, referir conceptos que avanzan hacia la condición de antónimos, sobre todo en este gobierno que ha adoptado la máscara de Guardia Nacional, que por sí sola desmiente al civilismo que es indispensable para el país.

López Obrador ofreció reiteradamente, y con él todos sus corifeos, que el Ejército regresaría a los cuarteles. Fue una mentira que vino a ensombrecer a la nación cuando a las fuerzas armadas no tan solo se les mantiene en las calles realizando acciones que corresponden a los brazos civiles del Estado, sino que también construyen aeropuertos, custodian aduanas y carreteras, vacunan… en fin, los vemos por todos lados, y lo que realmente no se observa es que disminuya la inseguridad provocada por el crimen y sus guerras, que es, a querer y no, el único asidero para justificar el creciente militarismo. 

Por esa razón sostengo que muchos mexicanos ven en esta fecha algo que les es ajeno, distante, fuera de sus intereses.