A lo largo de la lucha contra la tiranía de César Duarte, pude ver cómo surgieron algunos jóvenes a la vida pública. Querían dejar de ser juniors y prolongación de las fortunas familiares para dar un brinco a algo diferente y más comprometido. Me decían que amaban al Estado de derecho, la democracia, y alejarse de la corrupción política que visualizaban como un cáncer que carcome a nuestra sociedad. Los escuché, abrigando siempre la esperanza de que esas palabras se honraran con la congruencia. 

Pasaron los años, algunos se convirtieron en sucesores, albaceas, legatarios de las fortunas acumuladas en el pasado, y eso, no lo tildo de poca cosa, los lanzó por la ruta contraria a sus anhelos juveniles. Se pusieron al frente de las sociedades mercantiles, como en el pasado, y se distribuyeron los espacios en las cámaras y confederaciones patronales y hoy, al impulso de la vieja inercia, hacen todo lo posible porque el PAN continúe en el poder. Incluso manifiestan sus simpatías abiertamente por María Eugenia Campos Galván, cómplice del duartismo y beneficiaria del mismo, aparte de permanecer impune. 

Es una historia vieja que tiende a repetirse como la llegada de las golondrinas, que por cierto, cuando es una sola no hace verano, aunque en este caso no hemos visto ninguna en esa condición. 

Business are business. Es una característica de la ruindad y decadencia en la que vivimos.