En estos días MORENA destapará –concepto muy propio del viejo régimen– a su candidato, y hablo en género masculino porque conjeturo que será varón. Lo hará valiéndose, supuestamente, de una encuesta en la que estarán dos políticos enredados con la justicia penal: Armando Cabada y Cruz Pérez Cuéllar; el primero de pasado priísta y el segundo aún panista de corazón, con escala en MC, ambos con un común denominador: sus corruptas complicidades políticas y económicas con el tirano César Duarte.
A esa encuesta, artificial a mi juicio, se suman otros tres hombres y dos mujeres en conjunto buscando la nominación. En realidad cuando se quite la manta que cubre al tapado, se habrá consumado un dedazo al más puro estilo del viejo régimen, y más grotesco aún.
Es obvio decir que ese mecanismo no tiene nada que ver con una izquierda democrática decantada en procedimientos y actitudes; es la prefiguración de una política de concentración del poder y de construcción de una hegemonía en aprietos.
Llama la atención que el partido MORENA, como ningún otro ahora, le niega sistemáticamente sus derechos a los que se afiliaron para hacer política e historia, por si fuera poco. El sistema democrático, por si alguien lo pensaba, no se está cimentando ahora, al contrario, lo poco que había se está derruyendo.