Rafael Espino De la Peña se ha convertido en un formidable impulsor del turismo y la gastronomía chihuahuense. Escogió esa ruta para que su nombre se escuche y deje de ser un hombre sin historia en estas tierras. No pongo en duda que cada quién es libre de escoger el camino por el que quiere transitar, pero le falla el reloj.
Después de más de medio año de iniciado el conflicto hídrico en Chihuahua, empieza a tomar postura en torno al mismo. Pensará que más vale tarde que nunca, pero la forma en la que lo ha hecho habla de sus servidumbres hacia quién lo impulsa y patrocina, desde luego no hablo del presidente de la república.
Dice que el asunto corresponde a CONAGUA, pero más a la delegación local que a la jefatura nacional, con lo que se quiere ver arriesgándose un poquito a discrepar del nicho que dice tener para catapultarse a una candidatura al gobierno del estado de Chihuahua.
Es la vieja cantaleta de los políticos mediocres, entre los cuales se da mucho este tipo de frases hechas: “el presidente no está informado”, o “está mal informado”, “los responsables son sus subalternos”, “los jefes de segundo nivel están bien, pero sus agentes locales no hacen la tarea”. Y luego quiere confundir técnica con política. El problema del agua en Chihuahua es técnico, según Espino, y por tanto lo que él dice fue simple y llanamente nada, precisamente porque es política.
Pero todo sea porque los jamoncillos de Parral, la carne asada y la belleza de nuestros paisajes salga adelante con muchos millones de pesos invertidos en Facebook, Instagram, Twitter y otras redes menos conocidas, pero que igualmente quisieran saborear el chile con queso.