Cuando los titulares ejecutivos de los diversos niveles de gobierno andan de la greña, quienes pierden son los ciudadanos, la sociedad entera. Sus obligaciones públicas están establecidas en las leyes y deben acatarlas más allá de las diferencias políticas que mantengan. El espectáculo nefasto que estamos viendo en Chihuahua es el del divorcio entre las autoridades federales y estatales, y el diferimiento en la solución de los problemas tan delicados como los que reporta la cuenca del Conchos, particularmente en la zona centro-sur del estado.
En el caso de Javier Corral, cree que puede jugar a la política y en la mañana estar en concordia con el gobierno federal y por la tarde lanzar sus dicterios contra AMLO, y a la inversa. Es la política de hornear mentadas, luego comérselas y posteriormente decir a veinte.
Ni cómo decir que las cosas marchan bien.
Hagamos una precisión: en materia de seguridad el secretario federal, Durazo, se abstuvo de compartir la mesa en su competencia por una razón obvia: reconocer su competencia, que en este caso parece incompetencia, y aniquilar la posibilidad de estarse acusando por las filtraciones. En realidad es correcto hasta cierto punto lo que hizo, si nos hacemos cargo de que buena parte de los líderes que animan al movimiento son prominentes panistas.
Así, Corral se salvará de ser confidente de los secretos y Durazo al menos no podrá acusarlo de ese cargo. Pero, insisto, quienes pierden están acá abajo, mientras los que se pelean están allá en las alturas.
Así, cuándo.
Durazo es un gato de AMLO, hace a ciegas lo que le ordena su jefe…
Que ya se vaya, ¿no? Ya nada más está haciendo el ridículo, 11 meses son suficientes para que alguien que sí quiere a su pueblo, lo saque adelante. Chihuahua es mucho Estado para tan poco Gobernador.