El escándalo Aeroshow continúa dando qué decir. En estos días se anunció que se procedería contra los empresarios involucrados, implicando incluso la eventual devolución del quebranto sufrido por el municipio de Chihuahua con el patrocinio de tan descuidadas y riesgosas formas de esparcimiento, en las que adrenalina y vértigo son a un mismo tiempo los estimulantes que se venden para la diversión. Como si faltara poco.
Ayer nos desayunamos con una entrevista al exalcalde Marco Adán Quezada Martínez en la que destacan cuatro cosas: que está a favor de que se haga justicia, que es un hombre formado en las instituciones, que no debe haber vendetta política y que está tranquilo con su conciencia. Para darle un cierto sentido de implorante piedad, pone este último tema como central, para dar a entender que vengan como vengan las cosas, él está en la tranquilidad que deviene de tener una responsabilidad remota en los hechos, lo que no es cierto. Pero sea así o no, en todo caso necesitamos que haya una justicia a secas, que deje a cada quien en el lugar que se merece. Y no puede ser de otra manera, porque de esta forma es como se rinden cuentas a la comunidad al deslindar responsabilidades que le tocan, cuando menos en dos sentidos: la incuria de funcionarios públicos bajo su mando jerárquico y la corrupción política con que se favoreció munificentemente a empresarios que participaron de ese espectáculo sólo para ganar-ganar.
Marco Adán, en su entrevista, toca temas esenciales, aunque la realidad no necesariamente venga en su auxilio. Cuando se habla de instituciones todos quisiéramos que las mismas fueran serias y fuertes, que funcionaran sin importar el peso individual de quienes las contravienen. Sabemos de la maleabilidad humana y su correlación con las instituciones, cuando son adecuadas producen buenos resultados a pesar de que la pasta humana vaya por otro rumbo. Lo alarmante es cuando hay instituciones malas y personas con precaria responsabilidad, administrativa, política o ética. Cuando se da esto, prácticamente todo sale mal, como sucedió con el evento concreto que costó nueve vidas, muchos heridos e innumerables víctimas indirectas.
Si se trata de un hombre de instituciones, que lo demuestre. Doy por cierto que en su contra se juegan cartas marcadas que nada tienen qué ver con el hecho en sí de la tragedia y que lucra con la misma. Eso todos lo sabemos. Si me apuran un poco, en un gobierno de pugnacidades, como el actual, es lo normal que esto suceda, recordemos que el poder actual no es monolítico y que hacia el interior hay pugnas e intereses mezquinos encontrados. De tal manera que este tema no tiene por qué ser el origen de la conclusión que se busque a la resolución final de este trágico escándalo.
Pero tanto el político citado, como la sociedad demandante de justicia, han de entender que la gravedad de lo que está en juego no es sentirse, en la soledad, tranquilo con la conciencia individual, íntima por naturaleza; o la colectiva, que puede tener un sinnúmero de desembocaduras, que van de la inconformidad activa a la indolencia. A resumidas cuentas, lo que interesa, lo que se reclama es que haya justicia a secas, y si al que se le va a aplicar está tranquilo o no, puede ser significativo, pero sin duda lo trascendente, lo esencial, está en que se aplique la ley, que la justicia la perciba la sociedad como eso. Lo demás es lo de menos.