La inesperada muerte del empresario Lorenzo Zambrano ha abierto en el periodismo la ruta a varias semblanzas de diverso calado, entrevistas, notas, y seguramente artículos de fondo sobre este excepcional hombre de negocios. Habrá críticas y abundarán –al calor de la necrología– elogios, sobre todo del área cercana a su influencia en el mundo de los negocios. No hace mucho, al leer el libro El fin del poder del venezolano Moisés Naím, encontré que se le distingue como uno de los poquísimos empresarios globales que México puede presumir, al lado de otros como los dueños de la cadena Cinépolis. Para Naím, estos nombres tenían la desgracia de aparecer juntos –desde luego no revueltos– con otros siniestros como Los Zetas, ligados al crimen organizado y al tráfico de narcóticos. Si se trata de hacer el elogio de un hombre hecho en la relación social del capital, no extrañaría que también sus adversarios le dieran el mismo tono a sus reflexiones, recordando, si se quiere, que fue el mismo Karl Marx quien produjo en el Manifiesto Comunista uno de los más encendidos elogios del capitalismo.
Zambrano generó una empresa –entre muchas otras– que trascendió los confines de México para llegar con su cemento a muchas partes del mundo. Aquí en Chihuahua se asoció con los descendientes de la vieja familia oligárquica de Luis Terrazas, para tener prácticamente el control accionario de la tercera parte de Cementos de Chihuahua que quedó, de alguna manera, bajo la hegemonía de la poderosa CEMEX. El señor Zambrano, a diferencia de otros empresarios de su talla aquí en México, renunció a un protagonismo artificial y eso habla bien de él por cuanto que ni la estridencia ni la colusión abierta y permanente con los políticos mancharon su trayectoria, como sí ha sucedido, pongamos por caso local, a Eloy Vallina, quien es priísta militante y se deja ver en los actos litúrgicos de este partido, y los no tan litúrgicos como flanquear, junto con el cetemista Jorge Doroteo Zapata, a un detestable politicastro como Héctor Murguía, al que apoyaron como posible gobernador de Chihuahua para el actual periodo. No digo que su poder no trascendiera en las relaciones que están detrás del capital al mundo de las relaciones políticas, el gobierno y el Estado. Lo que quiero decir es que se adentró en el mundo empresarial como su espacio vital y además desde su núcleo profundamente regional en Nuevo León y Coahuila.
Con todo y que su nombre figuró entre el selecto club de los dueños de México, se daba tiempo para asequir a otros escenarios y corrientes. Personalmente lo recuerdo en un evento celebrado en la Ciudad de México durante el mes de marzo de 1999, al que asistieron prominentes hombres de la izquierda agrupados en la Internacional Socialista, en una reunión sobre el progreso global visto desde el balcón regional de América y el Caribe. El evento contó con líderes de la talla de Felipe González, Raúl Alfonsín, Simon Peres, los disidentes cubanos con el totalitarismo, Porfirio Muñoz Ledo, quien llevó su experiencia de diplomacia y globalidad al encuentro, y en el que el señor Zambrano aportó su visión crítica, su reconocimiento de la globalidad y las oportunidades, en un tono de sencillez y modestia, sin boato, séquitos ni apuntadores que lo estuvieran ‘tarjeteando’. Me dio la impresión de un hombre serio, sobrio y sencillo, no como tantos otros que juegan a no salir de su madriguera para valerse del silencio que sólo ellos creen que insinúa inteligencia, o que si lo hacen llevan muy bien memorizada su cartilla oligárquica y empresarial prácticamente para declamarla, y desde luego arrugando la nariz, como si todavía sobre uno de sus ojos se posara el aristócrata Monópolo. No lo vi así, ni tampoco digo que a partir de tan modesta muestra esté yo en condiciones de hacer su semblanza, ni mucho menos.
Si morir es dar evidencia de cómo se vivió, ya tenemos otro dato: sin aspavientos ni dramas; simplemente encontrar el final y que sus sucesores, en el mejor de los casos, lo superen tomando en cuenta su ejemplo, que a decir de algunos de sus pares es digno de prolongarse en el tiempo.
En lo personal me quedan claras las distancias y discrepancias. Pero si damos por cierta la información que corría desde antes de su muerte y la que vino después, no nos queda menos que hacer un paralelismo con lo que aquí tenemos: una clase empresarial quizá tan añeja como la regiomontana, con sus diferencias históricas: allá un Bernardo Reyes, padre del notable escritor y crítico Don Alfonso, que cayó abatido a las puertas del Palacio Nacional y que es una figura a la altura de las buenas letras, como recién lo ha demostrado Ignacio Solares; mientras, aquí, Luis Terrazas, sus latifundios, sus sucesores, sus asociaciones y sus compromisos con un esquema de oclusión a la comprensión de los grandes problemas de nuestro tiempo. Y lo digo no pensando que vayan a cambiar sus paradigmas, pero cuando de apertura en la sociedad se habla en esos confines, claro que hay consecuencias, porque a final de cuentas hay capitalistas y capitalistas. Zambrano en su momento cuestionó a los que se fueron del país para protegerse a sí mismos y sus riquezas con motivo de la violencia que se ensañó con Nuevo León. Marcó un hito, sobre todo en la industria del cemento, y su expansión, imperceptible, llegó a Chihuahua en la magnitud que el mismo Federico Terrazas Torres reconoció en una entrevista rendida a César Ibarra Fierro y que nos habla de un hombre sencillo y de trato fácil, interesado por la comunidad y sobre todo visionario.
Cuando traemos estos datos a la memoria (no son más que simples aproximaciones a un tema para mí harto distante) no tiene uno menos que preguntarse por qué nuestros empresarios de aquí han caído en el rentismo, en la empresa de erigir naves industriales, carentes de talento, generadores de soluciones de continuidad (abruptas interrupciones) a actividades primarias como la ganadería, fruticultura, minería, el aprovechamiento de los bosques, la agricultura intensiva o las que se fueron al abismo en la siderurgia, celulosa, textil, entre otras. Hoy tenemos la paradoja de un hombre inmensamente rico que pierde el tiempo administrando un restaurante de ocasión política, por ejemplo. Creo que Lorenzo Zambrano jamás lo habría hecho, lo creo sinceramente. Nunca lo hizo.
Luego de la caída del Muro de Berlín, que dicho sea de paso no ha terminado de derrumbarse para todos, con las ideas de que la historia había llegado a su fin, que el pensamiento único reinaría por los siglos de los siglos y su idea chata de una democracia a modo para allanar la extinción del Estado, surgió el paradigma del empresario que se ha convertido en el sujeto de la historia. Si quieres estar y hacer historia, hay una puerta que lo diría muy claramente: only entrepreneur; cuando tal cosa prevalezca como nuevo dogma, no me queda duda que la sociedad irá contra ese molde, lo destruirá y en su lugar hará otro para vaciar su bronce. Lección dura si la hay, pero que los empresarios de aquí, allá y acullá deben entender antes de que el fuego los abrace y los borre. Como sucedió con la idea paradigmática de un proletariado que existió en los libros, sólo en los libros y también en las arengas.
A pesar de vivir en mundos tan separados y distantes, cómo me habría gustado que lo que dijo Federico Terrazas Torres se invirtiera por su sentido esencial: Cementos de Chihuahua internacionalizó a CEMEX; los Terrazas a Zambrano. Eso justamente es lo que no sucedió.
Quedé gratamente sorprendido por su artículo en el que hace la semblanza de Don Lorenzo Zambrano, sobre todo, porque pinta la realidad actual que vivimos en Chihuahua a falta de verdaderos líderes políticos, empresariales y religiosos. En el tema que nos ocupa, sin decir el nombre, de todos es conocido que a quien hace referencia como empresario que administra un restaurante Eloy Vallina, que no merece el tratamiento de Don, como lo tuvo su padre, quien con todo y sus defectos, dió un gran impulso a la industralización de Chihuahua, ( no obsatante la devastación forestal) pero que tenía una gran convocatoria entre los empresarios más ricos de México como eran Aníbal de Iturbide, Carlos Trouyet y obviamente el respaldo político y económico de Miguel Aleman. En la actualidad , si en cualquier ciudad de la Republica menciona el apellido Vallina, nadie sabe de quien se trata, tiene más importancia un narco.
Recordamos que en años recientes falleció un miembro de la familia Vallina, y las esquelas de pésame publicadas eran pagadas por familias o empresarios locales, ninguna nacional.
Las demás familias de «abolengo» descendientes de Luis Terrazas, solamente se han dedicado, como bien lo dice Usted a renteros, y los juniors, por más que los manden a Harvard, regresan a Chihuahua a que papi les compre una franquicia de comida rápida, donde el chiste es no trabajar.
A mucha honra, provengo de familia modesta y trabajadora, pero si tengo el orgullo de haber seguido su ejemplo; y mis hijos me honran con tener empleos donde se les valora por su trabajo y honestidad, y sin haber estudiado en ITESM, La Salle etc, sino en instituciones como UACH y ITCH.