Es muy improbable que en estos momentos alguien pueda contar con alguna certeza aritmética sobre el tamaño de las crisis que se avecinan, una vez que la pandemia baje su intensidad. Lo que sí podemos ir midiendo es el nivel de compromiso de los gobiernos con la sociedad, con la gente, y hasta con los empresarios, los grandes sobre todo, que también son gente, aunque su comportamiento a menudo los distancie de esa condición. Y no hablo, al menos por ahora, de la miserable postura de Salinas Pliego frente a la emergencia sanitaria.

Lo otro lo digo porque lo escuché en voz de algunos pequeños comerciantes locales, digamos empresarios en pequeño, que se aventuraron a solicitar los apoyos ofertados tanto por el municipio (léase Maru Campos) como por el gobierno estatal (léase Javier Corral) y terminaron rindiéndose apenas leer los primeros requisitos. A decir de aquellos, las condiciones de la alcaldesa parecen ser más laxas, quizá por el monto de los préstamos (máximo de 20 mil pesos) gestionados a través de DEMIC (Desarrollo a la Microempresa, AC) y tal vez también porque están dirigidos específicamente a la micro empresa.

Empero, las especificaciones de Corral para acceder a la modalidad de apoyo o financiamiento han espantado a varios sin ánimo de retornar. Uno de esos comerciantes, por ejemplo, tiene un negocio en casa con su esposa y sostiene una sucursal con un par de empleados en otro punto de la ciudad. Por aquel no paga renta, pero por el segundo sí, además de cumplir con el salario de esos empleados a pesar de que el establecimiento esté cerrado. En la penumbra queda su situación fiscal y deja entrever que tal requisito hizo retroceder su petición.

Supongo que en esa condición marchan muchos comerciantes en la ciudad y en el país. La informalidad tributaria, por desgracia, es parte de este desequilibrado engranaje de las aportaciones a la hacienda pública. En un país cuyas leyes obligan a pagar contribuciones mayores al que mayor renta genera, en la realidad tenemos grandes corporativos que no aportan un solo centavo a pesar de amasar grandes capitales, en tanto que vendedores ambulantes (víctimas algunos de la rapiña de líderes charros), o minúsculos empresarios cuya categoría no encaja en ningún lado  de pronto son despojados por disposiciones legaloides o, lo que es peor, por el estado de ánimo del gobernante en turno.

No es que esté a favor de la informalidad, pero sí de las injusticias que ocurren en esa ecuación tan dispareja.

Pero más allá de los requisitos fiscales, de cuyas solicitudes prácticamente quedan fueran los micro empresarios y sólo tienen oportunidad, aun en la escala baja, los medianos empresarios, la letanía de condiciones para acceder a esos apoyos económicos es un verdadero viacrucis, dicen. De ahí que, se sabe, sólo salen vivos los empresarios más colocados, los que están más arriba en la escala, los que tienen cierto número de empleados, probidad bancaria, etcétera, etcétera.

La misma ONU, a través del relator especial sobre la Pobreza Extrema y Derechos Humanos, Philip Alston, urgió a los Estados del mundo a incluir a las personas más vulnerables en las políticas públicas de rescate económico, luego de criticar, según publica Proceso en su portal digital, que las políticas públicas de muchos Estados “reflejan una filosofía de darwinismo social que prioriza los intereses económicos de los más ricos, mientras hace poco por aquellos que trabajan duro para proveer de servicios esenciales o no pueden mantenerse a sí mismos”. 

Entiendo que tampoco se trata de “regalar dinero” sin ton ni son. No estamos en una etapa de asistencialismo keynessiano como tal (aunque algunos yo lo andan aprovechando electoralmente), sino en una situación inédita para todos. Sin embargo la crisis que ya padecen muchos y que en algún momento, tarde o temprano, nos tocará la puerta, amerita cierta creatividad administrativa para no anteponer un muro infranqueable cuando invitas a alguien a tu mesa. 

Como decía, no hay quien pueda, en la realidad, aventurar cifras concretas sobre el desastre económico que viene, pero de lo que sí podemos estar ciertos es que con gobiernos como los que tenemos aquí, los más vulnerables, los de menor o incluso nulo ingreso serán los más afectados. Crisis van y crisis vienen, pero el capital mantiene siempre erguidos a sus eternos poseedores.