El gobierno de Corral se ha convertido en un desastre completo; no hay área a donde se dirijan los ojos que esté bien. Eso ya es del dominio público y como dicen los abogados, “causó estado”. Y de ello son muestra dos de sus prominentes funcionarios, una mujer y otro hombre, ambos de la misma empresa.
Alejandra De la Vega continúa en lo suyo, que son los negocios y publicita para el día de hoy el juego de su equipo Bravos de Juárez, “el Number One” de su empresa. Por otro lado está Manuel Castillo y sus dos caretas: la de sensor y filtro en los temas de la pandemia y feligrés permanente de las redes sociales donde cuando no se persigna, reza El Rosario, se encomienda a Dios y hasta construye jueguitos para pasar el tiempo apoyándose en famosas oraciones de la santa iglesia católica.
Negocios y dualidad de personalidades. Tienen un pie en una cosa que son sus intereses y sus creencias y otro en una función que sólo por un eufemismo podemos catalogar de “pública”. En especial Castillo no entiende que, garantizándose su derecho a mantener convicciones, debe privilegiar el discurso público que le obliga, abandonado como ya se señaló.