Nos da por comparar. En momentos de profunda crisis, cuando los desenlaces trágicos son impensables, tiende uno a echar en la balanza a los líderes de nuestras instituciones, para contrapesarlos con otros que en circunstancias difíciles encararon grandes retos y salieron adelante. 

Isaiah Berlín tiene páginas memorables cuando nos narra el prominente papel que jugaron Churchill y Franklin D. Roosevelt, el primero conservador, el segundo demócrata norteamericano que ocupó la presidencia de su país luego del gran crack de 1929. Leí su discurso cuando juró el cargo que ocupó por cuatro ocasiones, la última durante la que fue sorprendido por la muerte. Van unos párrafos, escogidos no tan al azar: 

“Así pues, antes que otra cosa, permítanme ratificar mi firme creencia en que lo único que tenemos que temer es al temor mismo, un temor desconocido, irrazonable, injustificado, que paraliza los esfuerzos necesarios para convertir la retirada en avance”.

“En cada una de las horas oscuras de nuestra vida nacional, a la comprensión y el apoyo del pueblo, esencial para obtener la victoria, se ha sumado una orientación franca y decidida. Aliento la convicción de que una vez más ayudarán ustedes a dirigir el rumbo en estos días críticos”.

“Animado de ese espíritu y confortado por el de ustedes, afrontamos nuestros problemas comunes, los cuales, gracias a Dios, son exclusivamente materiales. Los valores han mermado hasta alcanzar niveles fantásticos; los impuestos han aumentado; nuestra capacidad de pagos ha disminuido; el manejo de todos los negocios confronta una seria reducción en los ingresos; los medios de trueque se encuentran congelados en el trueque comercial; las hojas marchitas de la industrias yacen por todas partes. Los agricultores no encuentran mercados para sus productos; se han esfumado los ahorros que hicieron durante muchos años millares de familias”.

“Y, lo que es más importante, una multitud de ciudadanos sin empleo encara el inflexible problema de la existencia, y un número igualmente voluminoso trabaja con un salario ínfimo. Sólo un optimista tonto puede negar la realidad oscura del momento”.

“Ante la falta de crédito, sólo se les ha ocurrido proponer más dinero en préstamo”.

“Lo único que conocen son las reglas de una generación de egoístas”. 

“… la restauración no sólo clama porque se hagan cambios en la moral. Este país demanda acción y acción inmediata”. 

“Estoy preparado, conforme mis deberes constitucionales, para proponer las medidas que un mundo herido requiere”. 

“A cambio de la confianza que en mí se ha depositado, ofrezco el valor y la lealtad, propios de la época. No podría hacer menos”. 

“Ese pueblo desea disciplina y orientación bajo una guía. Me ha constituido en instrumento actual de sus deseos. Acepto esa prenda en su mismo espíritu”. 

Hasta aquí los párrafos del memorable discurso que tomé para hacer comparaciones. Usted haga las suyas.