El capitalismo contemporáneo se ha edulcorado con muchas baratijas. No llegan ni migajas a la mesa de los que sólo viven de su salario y ven, todos los días, la precarización de sus derechos. Uno de esos espejitos es la difusión de la “empresa socialmente responsable”, fijar “visiones y misiones”, pegarlas en las vitrinas para que se sepa qu hay filantropía, cuando lo que procede es que haya justicia a secas.
Con motivo de mi desempeño como profesional en el ámbito del derecho laboral, estoy recibiendo llamadas –obvio, estoy enclaustrado– para consultarme sobre lo que sucede aquí y ahora. Que no me extraña, por lo demás.
Las mismas prácticas de regateo, la misma arrogancia, las mismas llamadas al cuartito, las mismas hojas en blanco para firmar y todas las prácticas denigrantes que han rodeado las relaciones obrero-patronales en el país. Sé que las condiciones del momento son extraordinarias, y me hago cargo de que todos debemos aportar nuestro esfuerzo para salir de esta crisis. Pero al menos se exige que haya responsabilidad en el trato humano y claridad en cuanto a lo que se puede y lo que no.
Continuar en la vieja línea a lo único que conducirá es a confirmar lo que ya se sabe: la responsabilidad de estos empresarios se mide por sus ganancias y sus cuentas, por sus finanzas. Así no, y vendrá un nuevo día y entonces que no se extrañen del recrudecimiento de confrontaciones que se alimentan por estos que parecen detalles, pero no lo son.