Columna

Vino Rubén Moreira del PRI; dejó fuerte olor a cadaverina

Dice un pensador notable que no se piensa igual en un castillo que en una choza. De un tiempo acá la clase política, en particular la desbancada, se reúnen en restaurantes de lujo para “dejarse ver”.

Prácticamente no saben hacer otra cosa, y lo más notable de esa táctica es precisamente el lugar donde se reúnen, porque fuera de eso no hay nada relevante.

Hace unos días estuvo por estas tierras el señor Rubén Moreira, pastor de los diputados priístas en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Lo acompañaron Patricio Martínez, Fernando Baeza, el inefable Tito Lara, Fernando Mares, que se dejaron fotografiar para dejar huella del evento.

De los exgobernadores chihuahuenses, ni hablar; se les ha visto husmear en todas las alcantarillas de los viejos partidos hoy en desgracia. De los intereses económicos ahí representados, igual; no son mas que personajes acomodaticios que medran en sus empresas al mismo tiempo que acostumbran degustar de dinero público.

¿De qué hablaron? Ahí está el secreto: son eventos para la especulación, para aparentar, para dejar a la imaginación que algo interesante se mueve por esos lares. Pero de ahí no brotará nada.

Patricio Martínez dijo que hay vida después de la muerte cuando los estertores del PRI eran lo único que se escuchaba. Ahora vive de reunirse con un político aquí y un político allá, pero su olor a cadaverina es penetrante.

En todo este enjuague los malos periodistas juegan su papel: exhiben fotos pero nunca entrevistan a los comensales de los restaurantes de lujo, que ya sólo tienen eso para presumir: reunirse a comer, comer y comer.