Columna

Trump en harapos

Estados Unidos siempre ha sido un socio esencial y estratégico para el Estado de Israel; es una verdad absoluta. Ahora que esa superpotencia va a la baja –sin dejar de ser muy poderosa– va cediendo con rapidez su carácter de árbitro internacional, que adquirió luego de la Segunda Guerra Mundial y mantuvo durante la Guerra Fría.

Eso va quedando distante, ya no es lo que fue; el mundo ha cambiado mucho. En primer lugar, la caída del mundo soviético no devino en el fin de la historia, como arrogantes proclamaron los campeones del neoliberalismo, y además en el planeta surgieron nuevos actores que tienen su propia capacidad de maniobra y que no están dispuestos a arrodillarse ante la Casa Blanca.

Presidentes de los Estados Unidos de la última fase han contribuido para que esto suceda: la mediocridad de Biden y la putrefacción del Partido Demócrata, una organización oligárquica y familiar; y no se diga Donald Trump, que llegó con más ínfulas que posibilidades. Este presidente sabe que ya no vale nada tratar de imponer la democracia (mentira supina) con las armas de su imperio carcomido, pero grita, fanfarronea y no logra nada. En Europa ven a Trump como una aberración, un segundo Hitler sin bigote de mosca.

La paz en Ucrania no llega. Aunque humille a Zelensky, Putin le pone la alfombra roja, pero va por otro camino. China, muy serena, juega su papel; su cultura milenaria y el autoritarismo interno la fortalecen para exhibirse frente al mundo como la potencia emergente y ha logrado poner en fila a Rusia, India, Irán, Pakistán, Corea del Norte, más los que se sumen, lanzando un desafío a eso que llaman Occidente, que dicho sea de paso, es nuestra cultura de origen grecolatina.

Estados Unidos se puede jugar su última carta con sus recursos nucleares. Sería devastador para el planeta.

Veamos la escena del Medio Oriente: Israel con Netanyahu vuela con sus propias y autónomas alas. Está dispuesto a todo en Palestina y ya ataca a Qatar y puede extender la guerra a todo el mundo musulmán. No tiene límites ni tampoco enajena su voluntad a Washington.

Putin, a su vez, hace lo propio en Ucrania; provoca a Polonia invadiendo su espacio aéreo y a lo que queda de la OTAN. 

Trump, con todo y eso, se presenta como planetarca, el gobernante de la Tierra. Más parece un emperador romano de la decadencia.

Mientras todo eso ocurre, en el Zócalo de la Ciudad de México miles de ciudadanos exigen otra política a Claudia Sheinbaum en torno a Palestina. Muchos son de MORENA, estoy seguro que a ellos los quieren ahí para otra cosa, es decir, aplaudir al oficialismo.