A un experto ingeniero electoral del PRI le escuché esta frase: el candidato no sirve, escóndalo y el partido se encarga de que gane la elección. 

En otras palabras, hay candidatos tan malos, tan impresentables, que ponen en riesgo la elección misma entre más aparezcan en público. Porque son despreciables, porque son impopulares, o simplemente, porque cargan con tal desprecio que en lugar de sumar, restan hasta el voto que se llama “duro”. 

Este fenómeno lo vimos con Javier Corral Jurado, ahora que visitó Chihuahua la candidata presidencial de MORENA. Corral brilló por su ausencia, y sus pulidos cantos no se escucharon en el centro de la ciudad. 

Le resultó más rentable a MORENA mantener oculto a Corral aquí, en su escenario natural, para no exponerse a una protesta de morenistas inconformes con la imposición del candidato plurinominal al senado. Aunque bien miradas las cosas, y siendo MORENA una organización que tiene dueño, y en la que los adherentes o militantes ni deciden la línea programática, ni eligen a sus dirigentes, ni mucho menos a sus candidatos, se lo merecen por serviles. 

Se privó a Javier Corral Jurado de reencontrarse en las mismas filas de su compadre, Cruz Pérez Cuéllar, de saludar a su corifeo Miguel La Torre, y a tantos y tantos miserables priistas, reproduzco el lenguaje de Corral sin citarlo, que ocupaban el presidium. 

En realidad, pudieron haber existido otras causas, probablemente Corral prefirió el pasto de algún campo de golf para pasar la mañana, disfrutando un buen jaibol, o lo más natural, esconderse en el clóset. Él sabe hacerlo.