La sublimación de Victoria Caraveo Vallina
Se trata de un proceso físico: el cambio de estado sólido al gaseoso sin pasar por el estado líquido. Por ser natural, ni la cultura ni la mano humana son factores que determinen esa transformación. En política es diferente, y si bien, como es ordinario en este país, hay grotescos procesos de metamorfosis, a fin de cuentas las biografías personales de los actores políticos se han de tomar en cuenta. Porque la historia suele alcanzarlos a todos, más cuando fueron parte de la misma. Son hechos duros y, como hechos, ahí están, sujetos a la crítica, al escrutinio, a la valoración, que son importantes cuando no se realizan con espíritu de facción, apologético y mucho menos de maquillaje.
Ayer, a través de mi cuenta de Facebook fui reconvenido por un usuario en torno a la calificación que hice de Victoria Caraveo Vallina por su participación dentro del gobierno de Patricio Martínez García, precisamente a la cabeza del Instituto Chihuahuense de la Mujer. De sobra está señalar que viví esos años con intensidad al lado de María Elena Vargas Márquez, Esther Chávez Cano e Irma Campos Madrigal y que, por tanto, puedo dar testimonio de lo que ví, además de que al respecto escribí y publiqué innumerables textos. No quiero decir con esto que estoy exento de equivocaciones y errores, afirmo simplemente que algo sé que me permite expresar opiniones en torno a Caraveo Vallina, ahora que es precandidata del PAN a la Presidencia Municipal de Ciudad Juárez, y a fin de cuentas su candidata virtual.
Quien revise la prensa de aquellos años, sobre todo el sexenio que va de 1998 a 2004, podrá percatarse de bulto del papel que jugó la ahora pretendiente de la alcaldía. Tuvo una mutación nada extraña en un país en el que cambiar de chaqueta es casi costumbre, y en uno de esos cambios ella quedó en la trinchera de enfrente, al lado del gobierno autoritario y corrupto y en contra de quienes buscaban esclarecer el feminicidio en la frontera juarense. Incidentes que revelan esto los hay y documentables. Me referiré a dos o tres:
Jenaro Villamil, en una nota publicada en La Jornada del 27 de noviembre de 2003, relató, con motivo del informe del presidente de la CNDH, que “se produjo un encuentro ríspido entre la directora del Instituto Chihuahuense de la Mujer, Victoria Caraveo, y algunos representantes de organizaciones ciudadanas. Caraveo –dijo Villamil– quien hace menos de un año era una de las voces más críticas contra el gobierno estatal, manifestó su molestia porque distintas agrupaciones consideran que le está haciendo el ‘trabajo sucio’ a las autoridades de Chihuahua. Acompañada por un grupo de 10 madres de víctimas, Caraveo retó al propio José Luis Soberanes a que se hiciera un cotejo entre su reciente auditoría periodística de los casos que, según el mismo documento, de un total de 321 asesinatos de mujeres, 90 corresponden a crímenes sexuales”.
En la revista Nóesis, del Instituto de Ciencias Sociales y Administración de Ciudad Juárez, la investigadora Martha Estela Pérez García publicó un artículo denominado Las Organizaciones No Gubernamentales en Ciudad Juárez y su lucha contra la violencia de género en donde narra: “Victoria Caraveo es nombrada directora del ICHIMU, ella inicia su vida pública trabajando para la comunidad en 1990 como dirigente de su propia organización, Mujeres por Juárez; después se integra junto con su organismo a la Coordinadora en 1994; llega a ser su vocera en 1999 hasta que ingresa a su nuevo puesto en el gobierno estatal, donde lejos de generar una armonía entre gobierno y ONG, crea un escenario de acusaciones y hace aún más profundas las divergencias. Como miembro de la Coordinadora en 1999 sus declaraciones pugnan por una unión entre organismos y desestima el discurso gubernamental: ‘…dicen (las autoridades) …nosotros estamos conscientes del dolor de las madres; no es cierto, ni están conscientes, ni han hecho nada, siguen las investigaciones iguales y es una porquería’. En cambio, como funcionaria transforma su discurso respecto a su percepción sobre los asesinatos. Pone en duda el trabajo de las ONG y al estar en desacuerdo con éstas en un asunto sumamente delicado, las cifras de muertes, acentúan el distanciamiento. Durante una entrevista declara: ‘…no caigamos en el juego de las cifras… una vez que tengamos claras estas listas podemos sentarnos y crear políticas (…) después de haber estado trabajando con las organizaciones… estoy haciendo otro tipo de trabajo, con otra perspectiva… de propuesta y de seriedad…’”.
Esta postura la cuestionó Esther Chávez Cano en diversos momentos y de manera inequívoca: “No es posible que todo se reduzca a un pleito de estadísticas y de números. Se trata de seres humanos, no de números”. Y tengo para mí que por algo la señora Chávez Cano ocupa el distinguidísimo lugar que hoy tiene en la memoria de quienes lucharon con denuedo y congruencia en la aciaga etapa del patricismo.
El material al que se puede recurrir en este tema es abundante, lo transcrito son simples muestras de un una sonda lanzada al universo de la información y debe tomarse en cuenta para el examen riguroso de quien ahora aparece, desde luego con todo el derecho de su parte, como aspirante a encabezar el municipio más importante del estado y una ciudad entre las más significativas del país.
Concluyo estos apuntes con una reflexión puntual: no se puede dejar pasar una vida pública, en este caso la de la precandidata juarense, cuando la misma aporta notas deficitarias en relación a temas centrales como el feminicidio, la plena vigencia de los derechos humanos, las agresiones de un gobierno como el de Patricio Martínez, que llegó a extremos muy conocidos, el compromiso de realizar auténticas jornadas desde fuera del estado corrupto. Tampoco significa esto que la pretendiente del poder municipal en Juárez no haya hecho otras cosas dignas de encomio, pero soy de los que sostiene, hasta sus últimas consecuencias, que colaborar con un gobierno como el de Patricio Martínez sí deja una mancha indeleble y que no se puede andar como si estas situaciones jamás se hayan dado.
En otras palabras, la sublimación del mundo natural no se puede emplear, de ninguna manera, para entender que estos cambios de piel caigan en el terreno de lo sublime.