
La ominosa visita de Marco Rubio a México
Un tema de relevancia, sin duda e inobjetable, es la visita que realizó hoy el jefe del Departamento de Estado de los Estados Unidos, el cubano-norteamericano Marco Rubio, a la presidenta Claudia Sheinbaum. Si lo vemos bajo la óptica del Primer Informe presidencial, podríamos decir que este es el tema.
Desde luego, para no caer en especulaciones, habrá que esperar resultados y lo que digan los comunicados que se acostumbran en estos casos, siempre haciéndonos cargo de que en materia diplomática hay secresía; muchas veces es más lo que se ignora que lo que se sabe.
Sin embargo, de la conferencia de prensa conjunta que ofrecieron Rubio y el canciller mexicano, Juan Ramón De la Fuente, se desprende que el funcionario norteamericano vino a México en calidad de supervisor, a pedir cuentas a Sheinbaum en materia de seguridad sobre los últimos ocho meses, en medio de una colaboración, dijeron, “reforzada e histórica”, adjetivos que usan ya como una muletilla, para designar a cualquier hoja que mueva el viento.
El encuentro sucede prácticamente sincronizado al ataque norteamericano en aguas internacionales del Caribe a una embarcación que zarpó de Venezuela y que presuntamente pertenece a un cártel conocido como Tren de Aragua. En ese ataque se destruyó una nave y hubo once muertos, y el mensaje es que el combate trumpista al narcotráfico y a los cárteles va en serio, independientemente de la territorialidad donde se realice, aunque en este caso sucedió fuera de una soberanía atribuible a un estado.
No es extraño, y más bien es usual, que en estos delicados casos haya diversos lenguajes. Uno sería, en este caso, la destrucción de esa nave y la demostración de que la voluntad de ir más allá de la retórica es real; el otro es precisamente la visita a México de Marco Rubio, que prácticamente, al descender del avión, declaró que el gobierno de Trump está decidido a atacar militarmente a los cárteles donde estén. Y si a ello agregamos que seis de los cárteles identificados como terroristas son mexicanos, lógico es pensar que estamos en el blanco de la política agresiva de la Casa Blanca.
Hasta ahora se ha fijado como línea de política exterior por parte de México que la presidenta Sheinbaum sea prudente y que además defienda la soberanía de nuestro país. Son dos piezas desde luego importantes, pero que en Washington les tiene sin cuidado.
La primera, con toda la valía que pueda tener, es nada frente a un Trump atrabiliario, zigzagueante, ambiguo e impredecible; y lo segundo, algo que tiene importancia fundamental pero siempre y cuando se concrete en hechos la gama de principios constitucionales que rigen a nuestro país frente al mundo. Y aquí pues es mucho lo que está en juego, si tomamos en cuenta, desde luego a los cárteles que operan aquí, como la circunstancia de tener que pactar un nuevo tratado comercial y el grave problema migratorio que se ha convertido en un complejo asunto internacional en el que está Centroamérica, Venezuela y otras partes del mundo.
Otro aspecto que no hay que perder de vista es que a la visita de Marco Rubio se le marca con una especie de desdén a México porque el jefe de estado, inmediatamente después, se trasladará a la república de Ecuador, en Sudamérica, donde se afirma reiteradamente que el cártel de Sinaloa también ha sentado sus reales y se le asigna coparticipación en el atentado en el que perdió la vida un candidato presidencial de aquel país.
Estados Unidos, con este viaje de Rubio, nos está colocando en el mismo costal de Ecuador, lo que significa que en el trasfondo está la atención e importancia que en el vecino país se le otorga al influyente cártel de Sinaloa.
México vive en este momento una delicada circunstancia, si tomamos en cuenta que también se está constituyendo a gran velocidad un polo con pretensiones hegemónicas, como el que se está consolidando entre Rusia, Corea del Norte y bajo la preponderante influencia de China. A esto se podría sumar India y sería un bloque al que la democracia, los principios del derecho internacional y los organismos internacionales les importa menos que un comino.
Lo más grave que se puede avizorar en el panorama es que América Latina, particularmente la influyente zona del Caribe, que se extiende históricamente hasta México, volviera a ser el escenario de políticas imperiales en las que poco tenemos que ganar y mucho que perder.
Frente a este complejo horizonte, insisto en reiterarlo: la cancillería mexicana se ve lenta, por decir lo menos, y Juan Ramón De la Fuente demasiado gris.

