Inseguridad y sangre caracterizan la circunstancia que vive Chihuahua. El mes de junio que acaba de concluir, fue violento en extremo, con 201 asesinados, básicamente en Ciudad Juarez y en la ciudad capital.

El poder político continúa jugando al ping-pong, en una disputa para tratar de quedar lo mejor posicionados, si se trata de un asunto local o federal.

Pero aquí, como dijo Lec, cabe la pregunta de “hasta cuántos muertos cabe equivocarse”. Porque lo que interesa, en primer lugar, es examinar la violencia, sus raíces y resultados, y la impunidad reinante, pues de esa cifra no hay otra que en simetría se corresponda con causas que lleguen a los juzgados penales, con investigaciones sólidas, y con la perspectiva de obtener condenas, o absoluciones, si fuera el caso, dando muestras de que el Estado de derecho funciona.

En junio se suscitaron los emblemáticos homicidios de Cerocahui, que han servido de gota que derrama el vaso, pues han puesto a la vista de todos la ineficacia del Estado en materia de seguridad pública, con sus diversas caretas.

Mientras todo esto sucede, las versiones públicas que llegan a la población abierta, a través de los medios de comunicación a sueldo, es banal, porque el grave fenómeno de las muertes crecientes lo presentan en una narrativa de tipo deportivo, poniendo a competir las ciudades para ver cuál es más o menos violenta. Y así, vemos cabezas de periódicos, como las de El Diario de Chihuahua de hoy, que dice: “Bajan homicidios en Juárez; empatan aquí”.

Bajo esa lógica periodística, lo que se busca es proteger los intereses partidarios de las figuras que gobiernan las dos principales ciudades del estado, distrayendo la responsabilidad estatal en asuntos esenciales, como garantizar las condiciones de vida de la población y recuperar el territorio del control a manos del crimen organizado.

Según el notable pensador Max Webber, el Estado tiene el monopolio del uso de la fuerza legítima. Pero si vemos exclusivamente el fenómeno de la fuerza, ese monopolio lo ha perdido desde hace tiempo, y no han encontrado mejor solución que militarizar el país, lo mismo bajo el signo del PRI que del PAN y MORENA.

Por eso ayer, que se deseó por la oficialidad larga vida a la Guardia Nacional bajo el control de la SEDENA, Maru Campos aplaudió desde un sitial en la Ciudad de México, ya ven que le da por gobernar a control remoto.