“Mientras usted no conozca al Leviathan, será un provinciano sentimental en el reino de la verdad”
Moby Dick
Herman Melville
Ya está la sumatoria de hechos, circunstancias y factores que permiten definir la coyuntura sobre la que se va a mover la política nacional en el nublado tiempo que tendremos. Esta entrega está pensada para articular las definiciones que a mi juicio a de tomar la oposición al oficialismo imperante. Faltaría exclusivamente que se decrete la morenista sepultura de los órganos constitucionales autónomos que están en capilla y develar la incógnita de quién será cabeza de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, por la persistencia del grupo de los duros en dejar a Rosario Piedra Ibarra, una mujer llamada fracaso.
La primera pieza de la coyuntura es que habrá un poder presidencial autoritario y sin contrapesos. El naufragio de las medidas políticas y correctoras que propuso el ministro Juan Luis González Alcántara y Carrancá, muestra el talante de la presidenta y especialmente de quienes están pretendiendo cogobernar al país desde el gobierno. Se ofrecía una salida a una crisis que tenderá a profundizarse, más allá de que se desechó en el fondo la propuesta del ministro que le ofrecía a la presidenta buena alternativa.
Hacer política democrática y de izquierda en contra de ese poder hegemónico, aparte de convertirse en una actividad de riesgo, solo es viable para la búsqueda de frutos concretos si se cuenta con una buena carta de navegación para ir encarando retos. En este marco la búsqueda por la democracia y la equidad, contra el clientelismo y el corporativismo tendrán que redefinirse en un marco en el que la violencia se extiende por todo el país y seguramente va a tratar de cebarse con los migrantes. Hay elementos que permiten afirmar que los derechos humanos no tendrán en su favor vientos favorables y también serán restringidos y al respecto la pretensión de acrecentar más tipos penales para adelgazar la presunción de inocencia, habla de una orientación hacia un derecho penal no democrático, lo que en sí pretende dotar al poder de herramientas punitivistas, más que del uso de la tan traída y llevada inteligencia que es poco factible cuando no hay aparatos policiacos profesionales y sí una militarización creciente.
Otro ingrediente de la coyuntura es el regreso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos con todo lo que esto significa en materia de economía, migración, combate a las drogas y sed de reforzar políticas imperiales pensadas desde un país altamente poderoso y hoy en manos de una plutocracia prepotente y arrogante. Está por verse esta dureza y su magnitud e ir contrastando lo que fue retórica de campaña de lo que será realidad en el ejercicio del poder del planetarca, como le llaman los griegos. En materia de narcotráfico, su equiparación al terrorismo, significaría que los marines podrían hacerse presentes en Sinaloa, por ejemplo.
No se trataría de definir como estrategia el viejo antiimperialismo, con el que podría jugar, como as bajo la manga en poder de la presidenta para presentarse ante la potencia norteamericana como una nación fuertemente unida, cuando en realidad se sabe que México es una nación dividida y que hay resistencia a la implantación de una hegemonía autoritaria en curso.
Habrá que tener una visión internacional ante el déficit de política exterior que se advirtió en los titubeos de la presidenta frente al resultado electoral norteamericana. Si en realidad está pensando que no hay de qué preocuparnos es hora de que nos preocupemos los mexicanos.
Estos elementos permiten sostener que la coyuntura se ha definido. Agregaría que está en curso la improbable consolidación de MORENA como partido por la presencia de Andy López Obrador al que se le da jugada con pretensiones dinásticas que se impulsan desde Palenque.
Quienes estamos fuera y disentimos del curso de la política que se vive en el país, debemos repensar nuestro papel porque los hechos fundamentales ya están aquí y ahora.