El reconocido autor Enrique Serna, un gran crítico del poder y los intelectuales, dedicó su entrega del día de hoy en el periódico Milenio un importante texto que habla de la indiferencia social y de las instituciones, que insensibles ven y dejan pasar. A mi juicio más se trata de una anomia que se va generalizando, el nulo respeto por el derecho, a la ley que ya no tan solo están al margen sino que son expresiones que no marcan un referente a la sensibilidad, la preocupación y el reproche de lo que pasa en el país con la multiplicación de homicidios, masacres, robos, violaciones y un sinfin de ilícitos que ahora solo figuran como simple estadística que no conturba a nadie. Es un cáncer que terminará por carcomer a la república convirtiéndola en tierra de nadie y a merced de cualquier demagogo que seduzca al populacho. Transcribo tres breves párrafos del texto de Serna, ilustrativamente titulado “Con pelos y señales”. Va:

“La matanza del domingo pasado en un palenque clandestino de Zinapécuaro, Michoacán, donde murieron 20 personas, entre ellas tres mujeres, dejó indiferente a la opinión pública, pues de tanto repetirse, las atrocidades de los ejércitos criminales han dejado de ser noticia. No solo enmudeció el palenque, sino la indignación social aletargada por el terror cotidiano. En la mañanera del lunes. El presidente López Obrador despachó el asunto con un comentario lacónico, muy similar a los que Felipe Calderón balbuceaba con voz aguardentosa en circunstancias análogas: “Fue una masacre de un grupo contra otro, en un palenque clandestino donde estaban y llegaron y ahí balearon a los asistentes, hubo desgraciadamente muchos muertos”.

Continúa diciéndonos el autor: “Cáustico y visceral en sus denuestos a intelectuales y periodistas, el presidente utiliza en cambio un lenguaje de terciopelo para referirse a los narcos. Ni siquiera los rasguña con un adjetivo condenatorio, pues como ha reiterado ad nauseam, el narco es pueblo y merece todo su respeto, aunque sus víctimas sean también gentes del pueblo”.

Puntual, concluye: “La podredumbre del Estado amerita una cirugía mayor no una capa de maquillaje”.

Mientras haya escritores como Serna, podemos pensar que no todo está perdido.